My friend John…
La Gnosis es el estado
de autoconocimiento que me recuerda que la materia es solo un vehículo que
utiliza la energía vibratoria para perfeccionar su esencia cuántica antes de
reconocerse como el TODO.
Medita…
CUENTO: Las gafas de
John.
Aquel día amaneció como
todos los de esa estación con un cielo vestido de grises que presagiaba, como
mínimo, una leve llovizna, por eso John aceleró el paso para llegar lo antes
posible al colegio al que tanto le gustaba asistir: El “Winchester College”, que
se levantaba orgulloso de su sapiencia dos calles más abajo del parque que
cruzaba justo en ese momento. Aventura diaria, de lunes a viernes, que este
niño de doce años vestía, mentalmente, de distintos personajes: piratas,
exploradores, zulúes, indios, vikingos, aborígenes canarios, etc., que extraía
de sus múltiples libros de aventuras leídos de manera ávida, cada tarde después
de hacer los deberes diarios y cenar.
― Mire usted Míster
Green, como experto en la materia, a ver si encuentra de una vez el dichoso
escarabajo verde que llevamos buscando desde hace semanas por este angosto
sendero... ―arengó a su habitual amigo imaginario de caminata en voz alta.
Como era de esperar, su
amigo le contestó mentalmente que hacía todo lo posible por localizarlo, pero
que si él ponía un poco de su parte lo lograrían antes.
Alentado por las
palabras de Míster Green, se fijó más de la cuenta en el suelo pisado, paso a
paso, y sorprendido por un brillo inesperado fijó su sentido de la vista sobre
unas gafas, color cobre, medio enterradas entre la arena y la hierba.
― Míster Green, Míster
Green… ―paró en seco con su llamada la caminata de su amigo imaginario―. Mire
qué tesoro tan inesperado nos ha traído la fortuna.
Como era de esperar, su
compañero de caminata le quitó importancia al hallazgo de John y éste no
haciéndole caso desenterró las gafas, las limpió y mientras le quitaba la arena
de las patas de la misma se dio cuenta que no tenía cristales; pero que, sin
embargo, el conjunto arquitectónico de aquellas le restaba importancia a este
pequeño detalle anatómico.
― ¿Qué tal me quedan?
―Pregunta contestada con un insistente: “Si no nos damos prisa vamos a llegar
tarde”.
El día de colegio
transcurrió como todos los anteriores, conforme a lo planeado por sus
profesores, por eso éste dio como resultado una jornada de estudios: amena,
didáctica y sustancial para toda aquella mente capaz de aprovechar todo lo que
no alimenta al cuerpo; pero si a la masa neuronal de un niño con muchas ganas
de aprender.
Al llegar la noche justo
después de terminar los deberes y tomar la cena, acurrucado entre las sábanas,
John recogió de la mesilla de noche aquellas gafas que se encontró de camino a
la escuela. Volvió a examinarlas bien, con más intensidad de lo normal, hasta
que ni corto, ni perezoso, se las colocó siguiendo un inesperado impulso
instintivo. John se dio cuenta que le quedaban algo holgadas, grandes;
pero según trataba de ajustarlas se percató de que éstas se iban adaptando poco
a poco a su estructura facial.
― ¡Córcholis! ―Espetó,
sorprendido, mientras se levantaba de la cama rápidamente con la intención de
encender la luz y mirarse al espejo de su habitación. Y cual no fue su sorpresa
que justo al verse reflejado en el espejo no le desagradó el aspecto físico
adquirido con su nuevo look, por eso le restó importancia a que aquellas gafas
de extraño comportamiento no tuvieran cristales, ni graduados, ni sin graduar,
y siguiendo la estela de su naturaleza se acostó de nuevo en la cama,
agarró el nuevo libro de aventuras sacado de la biblioteca ese día, “Las
aventuras de Tom Sawyer”, abrió la primera página y según comenzó la lectura se
dio cuenta de que ya no estaba en su habitación, además de percatarse también
de que cuando leía alguna parte del texto donde el protagonista hablaba o
hablaban de él, John lograba tele transportarse al tiempo y espacio físico
donde se encontraba Tom Sawyer para vivir en primera persona lo acontecido
al personaje principal, pero si en el texto escrito por Mark Twain en su
libro no aparecía Tom Sawyer, John también lograba tele
transportarse al tiempo y espacio físico donde se desarrollaba lo
narrado; más en este caso solamente lograba tomar la apariencia de un fantasma.
Vestimenta etérea la cual le otorgaba el privilegio de ver a los
personajes interactuando los unos con los otros, sin que a éstos les afectase o
sintieran su fantasmal presencia.
― ¡Jo, qué guapo! ―Cerró
de repente el libro.
Alejandro Dieppa León.
Frase y cuento de mi
serie: Meditando en un templo Shaolín.
Derechos de propiedad
intelectual reservados y de autor: Alejandro Dieppa León, España, Islas
Canarias, Gran Canaria.
Interesantísimo. Muy ameno y muy didáctico. Muchas gracias por compartirlo. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarGracias Carlos González Sosa por tu valoración... Un fuerte abrazo fraternal
ResponderEliminar