Todos los seres
humanos, racionales, que descendemos del homo sapiens-sapiens, subespecie del
sapiens, grupo animal dentro del cual algunos son más animales que otros por
sus comportamientos brutales e incívicos y la mayoría más “Sapiens” que Sapiens-Sapiens,
por su forma de pensar en cuestiones de orden moral, nos hemos preguntado
alguna vez:
¿De dónde coño
venimos?
Y para muchos de los
nuestros, yo me aventuraría a decir que para la gran mayoría, la respuesta a
esta cuestión existencial se daría de forma rápida con un:
“Pues, de nuestra madre y de nuestro padre.
De dónde sino va ha ser… Carajo.”
Figuras, la paterna y
la materna, que en algunas ocasiones no coinciden con las figuras genéticas
necesarias para la concepción de algún hijo o hija. Sí, no coinciden, no se
asusten por lo escrito sin anestesia, y no coinciden llanamente porque los que
concibieron a tal desgraciada progenie la abandonaron por causas que no tenemos
el derecho a juzgar; pues no las conocemos en toda su extensión, ni este es el
momento más adecuado para hacerlo. Pero como estoy seguro de que a algunos de
los que leen esta columna les seguirá rondando la idea de juzgar tal conducta
les aliento, antes de emitir un precipitado juicio de valor, a que mediten estas
tan acertadas palabras pronunciadas, y recogidas en la biblia, por Yeshua de Nazareth,
ante la inminente lapidación de una mujer en plaza pública:
“Aquel de ustedes que
esté libre de pecado, que tire la primera piedra”
(Juan
8: 7).
Desgraciada progenie,
me repito, que según sea su suerte, depende si éstos nacen en el “primer mundo”
o en el “tercer mundo”, son adoptados por seres humanos cuyo amor cubre más que
con creses el que les pudieran haber dado sus auténticos padres genéticos. Amor,
que a estos ángeles terrenales, los eleva a la autentica categoría de: PADRES.
Pero sigamos
analizando otras formas de responder, a la pregunta planteada, por el resto de
los nuestros y ésta se respondería, a groso modo, con un detallado árbol
genealógico que vendría, con mucha suerte y desembolso monetario, a recoger de
manera pormenorizada quienes fueron: Nuestros dos padres, nuestros cuatro
abuelos, nuestros ocho bisabuelos y algún que otro, en este último caso
arañando a la pericia del que documenta, tatarabuelo desperdigado por entre los
vericuetos de los libros, legajos y pergaminos consultados. Todo ello, como ya
apuntábamos, sin garantizarnos, al ciento por ciento, que realmente son aquellos
quienes fueron el motor precursor y causa de que nosotros estemos caminando por
este mundo. Pero seguro que exprimiendo el nosotros un poco más llegaremos a
toparnos con el “Ilustrado” de turno que mentará con contundencia y sin ningún
conocimiento científico actualizado la siguiente afirmación:
“Pues
pura y sencillamente yo provengo del mono…
Sí, hombre, del chimpancé.”
Afirmación que en
este siglo XXI que comenzamos, hace ya dieciocho años, ha quedado más que
obsoleta; pues no sería correcto afirmar, a fecha actual, que descendemos de los
chimpancés aunque éstos sean tan parecidos a nosotros en muchas de sus
expresiones. Lo que si hubiera sido correcto certificar, con contundencia, es
que en algún punto de nuestra evolución fuimos más simios que humanos y que tenemos
más antepasados comunes, en las ramas más antiguas de nuestra genealogía, con los
chimpancés, gorilas, orangutanes, gibones, monos del nuevo y viejo mundo y
hasta con los lémures, que con el resto de especies animales. Además de aseverar,
a fecha actual, dato que se corrobora, científicamente, con los recientes
estudios de ADN en la serie documental “Los primeros hombres”, que humanos modernos,
procedentes de África, mixturaron su descendencia en alguna oleada migratoria con
los Neandertales, que también lo hicieron con otros Homos Erectus desperdigados
que aún andaban por el continente asiático y hasta con una nueva subespecie
homínida, recién descubierta, a la cual han bautizado con el nombre de:
Homínido de Denísova.
¿Pero sigue
contestando, esta última argumentada respuesta, a la tan mentada pregunta
existencial formulada al principio de esta columna? Pues yo diría que para la
mayoría de nosotros: Sí… Pero créanme que para el “ilustrado” que hizo la
afirmación sobre los chimpancés aún le quedan buenas dosis de lectura
científica para ponerse al día en una aplastante realidad.
¿Y para el autor de
la obra “Coincidencias” José Gilberto Moreno?
¿Creen ustedes que
será suficiente con tales argumentos científicos?
Pues no tengo la más
mínima duda que también son más que suficientes.
Ya, ya… No se me
arremolinen todos juntos dentro de mi masa neuronal que hasta aquí me llegan
sus pensamientos, dudas y argumentos que me gritan que: “¿cómo puedo saber algo
que el propio autor nunca me ha desvelado?”; pues lo sé porque después de
degustar, con mucho gozo emocional, extensivo dicho gozo al resto del total del
aforo que se personó ante dicha obra de teatro: El nutrido diálogo que Don
Gregorio tiene con Anastasio, un poeta y músico que busca inspiración para su
futura obra dentro de un caserío que con el tiempo se llega a llamar Hotel San
Borondón, y la obra en sí misma me hacen llegar a la conclusión de que el autor
de dicha propuesta tiene muy claro que la ciencia y la conciencia humanista son
las encargadas de poner orden y respuesta a la pregunta:
¿De dónde venimos?
Pregunta a la que
José Gilberto Moreno, fiel a su esencia humanista, le da una vuelta de tuerca,
la traslada a canarias, y, sin ningún tipo de vergüenza, nos plantea la
búsqueda del GEN canario. Y…
¿Por qué buscar en el
desarrollo de la obra teatral “Coincidencias” el GEN canario y no en los
laboratorios diseñados para ello?
Yo afirmo que para
decirle indirectamente, ataviado de elegancia argumental, de humor, a cualquier
rancio nacionalista de cualquier parte de nuestro territorio nacional, que
predica la pureza de raza, que el ser humano es universal: Una mezcla de genes.
Cachetada, sin mano, dada
a estos destructores de todo aquello que sirve para unir al sapiens-sapiens, que
tornada en actividad cultural tan bien supieron interpretar, la joven y no tan
joven, generación de integrantes de la Asociación Cultural Salsipuedes de
Arucas a través de una nutrida variedad de personajes que daban sabor,
sustancia, ritmo y sentido a la trama.
Personajes como:
La mujer de Don Gregorio
–José
Gilberto–, la Doctora Marrero –María González–. Sus hijas Eliodora –María Rodríguez–,
enamorada de un cartero –Álvaro–, Casimira –María Santana–, enamorada de un afilador
–Edgar–,
y Yazmina –Nazaret–,
que se terminará enamorando de Cirilo Santana –Raúl–. Un antropólogo invitado por
su madre al hotel San Borondón para participar en la búsqueda del tan
idealizado GEN canario en compañía de dos científicos: Un herpetólogo chino, el
Doctor Pongo –Enrique
González: “kike”–, y un forense, el Doctor Rosado –Eusebio Enríquez–.
Sin olvidarnos claro está del poeta y músico Anastasio –Juan Antonio Pérez–; de las dos
pícaras extranjeras –Cristina Lorenzo “Cris” y Vanesa Falanca– y de su grupo de
compañeras, a las cuales desde aquí les ruego me disculpen no mencionarlas,
pero me ha sido difícil confirmar sus nombres; de los dos botones –Rubén y Alberto–; y el novio del Doctor Rosado –Cristo Batista–
que no paró de peladear hasta que terminó su intervención: Más allá de Firgas, concretamente
en algún lugar entre Telde y Mogán, permítanme el chiste. Y por supuesto sin
tampoco olvidarnos de –Manolo–, recepcionista, –Juan Déniz–, director del hotel,
–Bonifacio–,
quien nos recibió dándonos un libro, y –Domingo–, el heladero.
Personajes, plantel
de actores y figurantes que estuvieron bien dirigidos e interpretados; pues
supieron arrancar de la mente del público asistente risas, emociones varias y
hasta cualquier tipo de problema cotidiano con el que la vida les sacude su
cabeza durante el tiempo que la obra abrió su corazón para ellos dentro de la
recepción del Hotel Melva Suite de Firgas, Gran Canaria. Un Hotel que para
los que lean esta columna sugiero descubran sus buenas y múltiples cualidades
reservando una habitación el tiempo que consideren oportuno.
No quisiera terminar
esta columna sin exhalar, una vez más, que los distintos Ayuntamientos y
ciudades de nuestra Isla, Gran Canaria, tomen como ejemplo a seguir la
trayectoria de Salsipuedes incorporando su idiosincrasia singular al de su
cosecha.
A Salsipuedes en
general, gracias por las grandes dosis de humanismo que me llevo en cada acto o
actividad que realizáis, para éste que suscribe es un lujo poder decir que
todavía hay espacio en este mundo para lustrar: Tanto el trabajo físico, como el intelectual.
Alejandro Dieppa
León.
Por una sociedad
mejor, por un mundo más justo.
Fotos de mi álbum
personal.