QUERIDO HIJO...
MI RAZÓN...
TU RAZÓN...
SU RAZÓN...
NI MI RAZÓN...
NI TU RAZÓN...
NI SU RAZÓN...
LA MEJOR RAZÓN ES LA QUE NO SE IMPONE:
NI POR LA FUERZA...
NI POR EL ENGAÑO...
NI POR LA COACCIÓN...
LA MEJOR RAZÓN ES LA QUE SE CONSOLIDA POR:
CONSENSO
MEDITA LA FUERZA DEL PODER, EL ENGAÑO EN SUS PROPUESTAS Y LA COACCIÓN SI
NO TE DOBLEGAS A SUS INTERESES...
MEDITO...
MEDITEMOS...
CUENTO
UN LEJANO REINO LLAMADO REALIDAD
En un
no muy lejano reino, para algunos no tanto y para otros quizás sí, llamado Realidad,
vestido de democracia, llena de valores: “Morales, éticos y justicieros” había
varios grupos ávidos de poder: la familia real, la clase política, la bancaria
y la beata (en ésta última se distinguían distintas variaciones), variopintas altas castas,
algunas de ellas, individual o en todo su conjunto, con individuos de dudosa reputación
e intereses personales o mercantilistas, que habían adoptado el lustrado sello
de identidad de: “Ética, Honor y Justicia” y que se alimentaban de la ambrosía de
la corrupción institucional, sin la cual no podría funcionar o subsistir aquel lejano
reino, vestido de democracia, porque el corazón de Realidad se había forjado con:
trozos de una mentalidad corrupta heredada de un régimen anterior, fascista
hasta la médula, que prefirió camuflarse entre el nuevo régimen para no perder
su estatus y aliviar ante su difuso Dios sus múltiples pecados terrenales, y
trozos de nuevas mentalidades, viejos libre pensadores muchos de ellos, que
supieron ver en aquella oportunidad un destello de luz para cambiar la vida
llena de miseria de las clases sociales más desamparadas, del pueblo común en
definitiva: Mano de obra, casi esclava, porque en derechos siempre tuvieron
pocos y en deberes siempre se les encadenó con muchos, sin la cual aquel reino,
vestido de democracia (ni ninguna otra forma de gobierno) nunca funcionaría…
Pero en
éste no muy lejano reino, para algunos no tanto y para otros quizás sí, llamado
Realidad, vestido de democracia, entre una hermosa y perfecta “U” formada por
verdes montañas, desde las cuales, en la época veraniega, se divisaba, con
nitidez, el nacer y el morir del sol sobre el piélago marino, se había levantado,
hacía tantos años ya que solamente eran resonados por el cronista, hombre ético,
sapiente y humanista, de aquella cosmopolita humanidad, un pulcro pueblo llamado
Edlet, en honor a uno de sus ancestrales fundadores. Un pueblo que en el
caminar de los siglos se había redibujado en tres variopintos grupos
poblacionales:
El primero
de ellos, llamado Riogogresan, formado por un grupo de coloridas casas vestidas
de: azul, rojo, amarillo, verde, marrón y rústico aspecto; que visto desde la
costa se enclavaba en la parte oeste, punto cardinal por donde muere el sol, de
aquella hermosa “U” que la voluble naturaleza había tallado con tal perfección que
hasta los propios hados de la floresta que la recorrían entre los
claros-oscuros se sentían orgullosos de tamaña obra maestra de su amada
creadora y entorno donde se habían constituido en mayoría los seguidores de un
partido político cuyas siglas eran: A.R.
El
segundo, al que habían bautizado como Najunas, estaba manchado por un grupo de
casas duchadas de: azul, rojo, amarillo, verde, marrón y rústico aspecto; que
visto desde la costa se enclavaba en la parte este, punto cardinal por donde
nace el sol, de aquella hermosa “U” que la voluble naturaleza había tallado con
tal perfección que hasta los propios hados de la floresta que la recorrían
entre los claros-oscuros se sentían orgullosos de tamaña obra maestra de su
amada creadora y entorno donde se habían organizado en mayoría los seguidores
de un partido político cuyas siglas eran: R.O.
Y el tercero,
aclamado como Sosllalos, estaba pespunteado por un grupo de casas orladas
también de: azul, rojo, amarillo, verde, marrón y rústico aspecto, porque la
naturaleza del pueblo sencillo era la misma en cualquier parte de aquel lejano
reino, vestido de democracia, que visto desde la costa se acunaba en el fondo de
aquella hermosa “U” que la voluble naturaleza había tallado con tal perfección
que hasta los propios hados de la floresta que la recorrían entre los
claros-oscuros se sentían orgullosos de tamaña obra maestra de su amada
creadora y entorno, donde se habían fortificado, en pequeñas minorías, los seguidores
de distintos partidos políticos cuyas siglas eran: R.I.A., R.I.A.S., C.A. y Á.T., que,
pasito a pasito, comenzaban a hacer sombra, en mayor o menor grado, al A.R. y
al R.O.; pero sólo dentro de aquel pueblo, porque en el resto de aquel lejano
reino, vestido de democracia, no llegaban ni a lamer la miel del rico panal del
poder omnipotente…
Todo
marchaba conforme a los lazos hilados por los intereses financieros dentro de
aquel pueblo, dentro de aquel lejano reino, para algunos no tanto y para otros
quizás sí, llamado Realidad, vestido de democracia:
Los
pobres de rancio abolengo, que seguían siendo pobres hasta la médula, engordaban,
hora a hora y día a día, su clase social, en esta época, con los miles de parados
que salían despedidos, a cañonazos, de las empresas gracias a la nueva reforma
laboral aprobada, por imperativo legal, por el opresor (con mayoría absoluta
por fraude electoral) gobierno de turno.
La clase
obrera y la clase funcionarial seguían siendo culpabilizados de la situación
del reino y castigados con el despido por tal injusta injuria, por la clase
política y financiera de aquel pueblo, de aquel lejano reino, vestido de
democracia.
Las
instituciones públicas, ganancias de años pasados, se privatizaban a marchas
forzadas, no para sanear, sino para engordar las cuentas de resultados de ciertos
grupos de adinerados y especuladores grupos financieros, de dudosa moralidad e
intereses (porque no nos engañemos: no invertían en estos negocios por el bien
común) muchos de ellos.
Y los
pequeños y medianos empresarios, junto con los agonizantes autónomos, arrodillados
ante las múltiples facturas por cobrar de los Ayuntamientos y deudas que pagar
a la administración, y a otros empresarios, seguían muriendo, hora a hora, día
a día, con cada cierre de actividad.
Y aun
así los habitantes de aquel pueblo, de aquel lejano reino, vestido de
democracia, habían arado la resignación, gracias a la piedad de su idílico
clima y a un desarrollado espíritu de hermandad, entre familiares y grupos
caritativos de distinta tendencia religiosa y no religiosa, que cubrían las
necesidades mínimas que tenían que haber cubierto la degollada Concejalía de
Asuntos Sociales. Por eso el “Clima”, humanizado y ahíto de tanta agonía y
plegarias elevadas al cielo, exhaló un manto de tristes nubes para manifestar
su desaprobación por la situación en la que se encontraban las clases más laceradas,
pero esta llamada de atención, en vez de remover las conciencias en sentido
positivo de los cargos electos, y no electos, de los distintos grupos políticos
que batallaban por el poder absoluto dentro del Ayuntamiento de aquel pueblo,
de aquel lejano reino, vestido de democracia, consiguió, muy a su pesar, el
efecto contrario y las clases más laceradas horadaron todavía más su pena con
silente resignación… Y por esta respuesta inesperada de aquella fauna política
el “Clima” contagió, sin quererlo, a las nubes su estado anímico y éstas
comenzaron a llorar tibiamente; pero esto tampoco consiguió ablandar los
corazones de los máximos responsables de aquella sociedad y así pasaron los
días: chisporroteando… Y las semanas: Chisporroteando… Y a partir de la cuarta,
de los lados este y oeste comenzó a bajar, tímidamente, una especie de leche,
canela o negruzca, según por el lugar donde bajaba, mezclada con hojas, ramitas
pequeñas y diversos elementos que condimentaban aquel sudor de las montañas.
Caldo que se fue concentrando poco a poco en el centro de aquella hermosa “U” que
la voluble naturaleza había tallado con tal perfección que hasta los propios
hados de la floresta que la recorrían entre los claros-oscuros se sentían
orgullosos de tamaña obra maestra de su amada creadora, hasta alcanzar unos
cinco centímetros de fango…
Los
diferentes partidos enfrascados en sus luchas tribales tomaron aquel
acontecimiento como un argumento para ganar adeptos y mientras los del A.R.
lanzaban el eslogan de que en su parte de la montaña no había lodazal, los del R.O.
contraatacaban con el de que en la suya tampoco lo había y el resto de partidos afincados en Sosllalos, en vez de unirse y convencer a los partidos del este
y el oeste (por consenso) de que el tema se solucionaría en un periquete con
dos o tres propuestas, empezaron a pactar, en detrimento del pueblo, cargos y prebendas
a corto y largo plazo. Hecho que consiguió que el “Clima” se angustiara un mes
más y que las nubes siguieran llorando su pena tibiamente, llanto por el cual
el nivel del fango aumentó otros cinco centímetros; pero los politiquillos
(fauna llena de lobos, perros, lagartijas, loros y muchas ratas) de aquellos
partidos seguían sumidos en sus miserias terrenales en vez de poner fin a
tamaño problema…
Pero a
mediados del tercer mes, cuando un grupo de niños que jugaban, entre el fango, perdían un balón, barranco a bajo, gracias a un tiro fallido a puerta del
hijo de Machín, se solucionó el problema de aquel pueblo de la siguiente manera, gracias a un alma inocente:
Norberto,
el hijo de Machín, alentado por sus compañeros, fue en busca del balón,
barranco abajo, y llegó, sorteando muchos obstáculos, hasta donde se había
incrustado la apaleada esfera, una pequeña presa; pero cuando fue a coger el balón
se dio cuenta de que aquella presa, creada por la tibia lluvia que todavía caía
sobre su cabeza y cuerpito, era la causa de que su pueblo estuviera sufriendo tanto…
Por eso, y tras quitar el balón y ponerlo en lugar seguro, fue quitando ramitas
y troncos, sin darse cuenta que estaba poniendo en peligro su vida, hasta que la
pequeña presa cedió y descargando todo su potencial lo arrastró, ahogándolo,
hasta la misma costa…
Aquel pueblo,
llamado Edlet, de aquel lejano reino, llamado Realidad, vestido de democracia, lloró la perdida
de tan inocente mano, al mismo tiempo que las nubes dejaban de hacerlo ya que el
”Clima” se había sobrecogido de tal manera que de un resoplido ahuyentó a las
nubes; pero los políticos no aprendieron la lección, y tras los funerales y
días de luto declarados por la muerte de tan inocente alma del pueblo, siguieron
batallando por sus intereses personales dentro del ayuntamiento en detrimento de la
mayoría silenciosa: El pueblo... Un pueblo que los aguantará y sufrirá hasta que
se alcen, una vez más, al grito de Liberté, Égalité y Fraternité.
Y
colorín, colorado, este cuento social se ha terminado…
(Alejandro Dieppa León, frase y cuento de mi serie Meditando en un templo Shaolin)
Fotomontaje de mi álbum personal.
Alejandro Dieppa León.
Por un mundo mejor,
por una sociedad más justa.