Continuación del cuento cortito: El poder y la cultura.
19 de agosto del 2010, jueves, en cualquier lugar de nuestro país o fuera de él.
En un lujoso restaurante llamado “El corsario del Atlántico” encajado en la dura roca de aquella rica y seductora costa marina, lugar de moda frecuentado “por lo mejor de nuestra sociedad”, la dura piedra, avejentada por la corrosiva sal y el indomable Eolo, golpeada por un furioso oleaje, no se agrietaba por el impacto de las olas contra su desgastada materia, se agrietaba, esa noche, por la impotencia sentida al escuchar aquella conversación mantenida entre los cuatro clientes del restaurante reunidos alrededor de una mesa de madera: color caoba, lujosamente decorada, llena de caviar del Mar Caspio y otros suculentos manjares afrodisiacos, situada en la mejor de sus terrazas, la más apartada y resguardada de las inclemencias del caprichoso tiempo atmosférico. Lugar de reunión habitual de una ínfima parte de esa rara, pero no desconocida, variante de nuestra especie que cree estar por arriba del bien y el mal legislado, con sólidas pero poco efectivas leyes, dentro de su “gran país", ese que este grupo inquisidor, egocéntrico, conoce y manipula tan bien. “Gran país”, sólo en extensión, porque en valores, y económicamente, se iba degradando a marchas forzadas, ¡para el pueblo llano, claro!, siempre para el pueblo llano, sencillo, humilde.
—Ya sabes cuál es tu cometido, no me falles —puntualizó “El Poder”, esbozando una amplia sonrisa, pasando una mano por arriba del hombro de una de sus dos amantes, “La Codicia”, con la intención de rozar su irisado pezón izquierdo y una vez alcanzado su objetivo, bien sobado por las yemas de sus lascivos dedos, ésta se abrió de patas para dejar que “La Mentira”, por debajo de la mesa, sin complejos, sin esconderse, rozara su sexo desnudo con su pie izquierdo.
—No te preocupes —su interlocutora, la recién reclutada “Élite”, se dio cuenta de lo ocurrido bajo la mesa—. Confía en mi experiencia —añadió seducida por el momento vivido en aquel sitio “Bip”, excitada, más que por la escena presenciada, por la idea de pertenecer, presumía en un corto futuro, si cumplía su cometido, a aquel grupo tan bien cohesionado que gozaba de variopintos privilegios.
“La Élite”, después de evadirse de la realidad por unos instantes, esgrimiendo la vana excusa de estar cansada, se levantó de la silla, justo cuando “La Codicia” llegaba al orgasmo y se marchó.
—¿No confiarás en ella? —preguntó “La Codicia” sintiendo una mala vibración en sus mezquinos sentidos.
—Ni en ella, ni en ti cariño —besó, con lascivia, los labios de “Codicia”, le gustaba hacerlo,—. En lo que sí confío es en su forma de ser. Tú sabes bien que nadie puede, en este mundo, engañar a su naturaleza, al resto de mortales, ¡quizás!, si se dejan, o son expertos —miró de reojo a “La Mentira”, toda una profesional en este arte—, pero a su forma de ser, sentir y pensar no cariño.
El juego a tres bandas comenzaba a alcanzar su punto álgido justo cuando “La Élite” arrancaba su Porche 911, ¡qué menos para una “señora” tan distinguida!, pues ella no se atrevía a utilizar un simple Renault Clio 1200 de segunda mano, eso, según ella, era para el resto de los mortales, porque en su interior se sentía superior a los demás, más arriba de la media, desde pequeña, en su casa, escuela y cualquier ambiente visitado y de mayor otro tanto de lo mismo.
Llegado el día 20 del mismo cálido mes, en un acto organizado por “La Cultura”, dentro de un gran salón de una asociación de vecinos, con pintores, escultores, poetas, escritores, actores y músicos, proyecto multidisciplinar de gente sencilla, de la ciudad donde residía después de su separación; pues ésta, dolida, defraudada, ignoraba, desde su voluntaria separación del “Poder”, las invitaciones “de elevada alcurnia” provenientes del círculo vicioso de su ex marido.
Invitaciones donde unos pocos “Cum laude”, que se creen la flor y la nata de la vida social, refuerzan sus lazos dándose palmaditas en las espaldas los unos a los otros, para cohesionar su círculo, excluyendo, con la crítica lacerante, a toda aquella persona que no se somete a sus designios, a la gente sencilla que empiezan desde abajo, y que según ellos, y sólo ellos, no logran alcanzar un “alto nivel intelectual”.
El acto comenzó, a las 20:00 horas de aquel viernes con el aforo desbordado, por gente, que para “La Élite” no eran entendidas en el mundo de las Bellas Artes: “Son del pueblo”, solía decir aquella trepa dentro de su círculo minoritario, gente del pueblo necesitada y manipulada, como podía, para coronar laureles, en sus monótonos eventos, ¡claro, una vez conseguido su fin, ni un café con ellos!, y una vez acabado el acto, poco a poco, entre tortillas, ensaladillas, patas de cerdo, refrescos, con sutil habilidad, se fue acercando a “La cultura”, en medio de lo cual hizo migas con "El Desprecio", un individuo, resentido, pariente cercano de "La Envidia" y conocido de "La Bondad", poeta de alma pura participante en aquella hermosa idea, de corte humanista, con la cual habló para que ésta hiciera las presentaciones entre "La Élite" y la organizadora de aquel espectáculo artístico.
—Me ha encantado este acto —mintió después de los saludos protocolarios.
—Me alegro te gustase —no percibió en la recién conocida maldad alguna, porque “La Cultura”, siempre confiando en la naturaleza positiva del ser humano, pensaba que todo el mundo era bueno.
—Aunque… —siguió con su estrategia—. Si me permites la sugerencia, como profesora de literatura, yo te podría sugerir cierta gente para que el acto luciese más...
—¡Ah, sí! —se puso en guardia.
—¡Bueno, es solo una sugerencia!
—Ya... Ya... Te entiendo y te escucho con suma atención...
A partir de ese momento “La Élite” comenzó a comerle el tarro a “La Cultura” para que ésta se elevase por arriba de la gente del pueblo, verdaderamente para apartarla de él; pero no consiguió su objetivo, por eso, enfadada, caliente como un macho, porque "La Cultura" tampoco se dejó manipular, ni intimidar, se marchó del acto aventando un aire de superioridad y desde entonces, pactando con todos los grupos de “Élite” de su ciudad, los ocultos y los no ocultos, intenta desprestigiar a aquella atractiva hembra para "El Poder", desde cualquier foro o medio, ¡de forma sutil, claro!, pues de frente se toparían con el pueblo llano, ese al que creen muchos engañar, incluido "La Élite" y aquel nuevo compañero de andadura, "El Desprecio", el níveo caballero conocido en el hermoso acto, fascistas empedernidos, que acusan de no entender de arte, ni de literatura, ni de música, a la gente sencilla.
Reflexión:
¿Por qué será que siempre los grupos de "élite" buscan el amparo del poder establecido?
Alejandro Dieppa León.
Foto de mi álbum personal en la cual me inspiré para escribir este cuento.
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