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miércoles, 1 de junio de 2011

CUENTO CORTO: UN INSTANTE DE SOLEDAD.



Después de una larga caminata costera, a paso silente y un poco apresurado, Noelia pensó que era una buena idea hacer una parada sobre aquel saliente costero, altar desde el que le gustaba ver las largas puestas de sol, y en esta escogida ves se sentó al borde del precipicio solamente después de haber roto con su novio en un instante, ínfimo e insustancial, de puros celos, hacia escasamente una hora.

—Dime mar... —sus ojos se humedecieron con el suave rose de la brisa—. ¿Por qué el viento nunca deja de acariciarte? —preguntó sin esperar una respuesta.

—Porque ninguno de ellos puede vivir en soledad, amor mío... —le contestó Juan que la había seguido a cierta distancia.

Noelia se levantó y se abrazó a su novio.

—¿Me perdonas mis defectos? —se disculpó al reconocer su debilidad.

—Como no perdonarte... ¡Sabes cariño! Donde late un corazón lleno de amor —cogió la mano derecha de Noelia y la puso sobre su pecho— los instantes de desesperación son inmolados en el altar de la comprensión. Yo siempre te he amado, no lo dudes, y te amaré hasta el fin de mis días.

Pasados los años, cincuenta de casados y tres desde que se marchó su fiel marido, a viajar por la eternidad, Noelia sigue subiendo a su altar del amor, aquel saliente esculpido en la dura roca costera, para recordar aquel día tan entrañable.

Alejandro Dieppa León.

Foto encontrada en la red y en la que me inspiré para escribir el cuento.

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