“La única diferencia entre los humanos es la que separa a los hombres de buena voluntad de los mal nacidos.”
Alejandro Dieppa León.
Haciendo el ejercicio de repasar la nueva reedición de “Mamadou”, anécdota personal que el Músico, Gran Canario, Don Blas Sánchez me permitió contar en un cuento con bastantes licencias; pero siempre guardando el espíritu de la anécdota, he vuelto a meditar sobre la frase arriba referenciada y en especial en su primera parte:
“La única diferencia...”
No sé si será la única; pues no quiero ser egocéntrico y creerme que estoy en posesión de una verdad absoluta, libre Dios al que crea tal cosa cuando afirme algo con rotundidad; pero sí creo, salvo que algún lector me corrija, que en este mundo, y hasta en el universo, la lucha entre el bien y el mal es eterna, por eso los humanos nos diferenciamos no por la raza, credo, color… sino por nuestras actitudes para con los demás y hasta para con nosotros mismos, destellos de nuestro ser interior, el verdadero. Ese con el que tendremos que enfrentarnos cuando nos llegue la hora.
Les confieso que cuando estudié en el instituto tuve un amigo, Etopa, el negro más negro que se puedan echar a la cara, pero de alma tan noble que haría sonrojar a algunos que se creen garantes de la perfección absoluta.
“Alejandro porque te enfadas con esa gente porque me llaman Negro” me dijo una vez cuando alguien trató de humillarlo en público. Espero recuerde esta anécdota.
“¡Coño! Te están insultando” le respondí con rabia contenida.
Etopa me agarró por el hombro evitando un mal mayor y me preguntó:
“¿De qué color soy?”
“Negro” le contesté un poco contrariado.
“Pues es hora de seguir adelante, amigo”
Comprendí en ese momento, que este joven, ese ser humano, al cual le he perdido la pista en el navegar del tiempo me había dado una lección ejemplar, como todos sabemos: “No insulta el que quiere sino el que puede”
Yo he seguido mi camino, he padecido, he luchado, me he mordido los labios con rabia hasta sangrar para no contestar y perder la guerra en favor de una simple batalla y hasta he logrado canalizar mis emociones hacia la escritura, lugar donde puedo lograr lo que con un puñetazo o insultando no lograría; pues como suelo decirle a mi hijo “el arma más efectiva de este mundo no es la pistola y sus congéneres. El arma más efectiva es la inteligencia que maneja el lápiz, el bolígrafo o sus congéneres”
Yo sigo pensando, perdón por parecer ingenuo, que en este mundo hay mucho más de los bien nacidos que de los otros, pero cuando estos últimos se ponen en marcha…
¡Ya se sabe!
Genocidios…
Violencia de género…
Acoso en toda la extensión del término…
Persecución…
Asesinatos porque la libertad no se somete al fascismo…
Falta de ética política...
Violencia de género…
Acoso en toda la extensión del término…
Persecución…
Asesinatos porque la libertad no se somete al fascismo…
Falta de ética política...
Y añadan lo que falta que es mucho.
Alejandro Dieppa León.
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