Querido hijo...
La maestría en el arte se demuestra exponiendo la obra.
Medita...
Cuento: Manimú y la extraña
Torre de Babel.
Manimú, como así le apodaban sus amigos más íntimos desde
pequeño, era un joven de mirada limpia, sincera, sonrisa amplia, risueña, y
mente despejada, aguda, que vivía en un pueblito, polvoriento y poco aseado, al
sur de una gran ciudad.
Un día, cuando Manimú volvía de llevar a pastar a su
oveja y tres cabras, se topó con un hombre que viajaba a lomos de un caballo
que cojeaba.
—Señor, señor —exhaló justo después de cruzarse con aquel
desconocido.
El extraño lo ignoró, pero la insistencia en la llamada
del joven pastor, sumado a la intención de darle descanso a su caballo, le
motivó a parar su marcha.
—¿Por qué me llamas con tanta insistencia? —Palmeó el
cuello de su caballo con mucha delicadeza.
—Pues porque tengo el remedio para que la cojera de su
montura se cure de forma inmediata.
—Y si no es así —desmontó de manera ligera.
—Pues… —Titubeó—. Si no consigo hacer que su caballo no
cojee aceptaré de buen grado diez azotes sobre mi espalda, pero si por el
contrario lo consigo me pagará diez monedas de plata.
El hombre pensó durante unos instantes mientras trataba
de ver que le sucedía en la pata delantera a su caballo y al no encontrar nada
anormal en su estructura aceptó el trato con la siguiente modificación. Que en
vez de pagarle allí mismo se las pagaría dentro de la torre donde él era el Gran
Maestre.
El joven aceptó, a regañadientes, temiendo que si no lo
hacía aquel desconocido le azotaría.
Manimú se acercó al caballo, levantó la pata con la cual
cojeaba, la examinó, bajo la atenta mirada de su dueño, y una vez hecho esto
sacó unas pequeñas pinzas de hierro y con ellas tiró de una púa que el equino
tenía clavada debajo del casco justo en un lugar por donde su dueño ni había
mirado.
Pasado los días Manimú visitó la gran ciudad donde se
encontraba la torre de aquel Gran Maestre y ni corto ni perezoso tocó en su
puerta.
—¿Qué deseas? —Preguntó el guardián de la puerta de
entrada intuyendo que aquel joven era quien había ayudado al Gran Maestre a
continuar su viaje.
—Hablar con tu Gran Maestre, para cobrar mis diez monedas
de plata.
El guardián de la puerta le dejó pasar sin ponerle
inconvenientes, pues así lo tenía ordenado y aquel joven se adentró en la torre
recorriendo un pasillo, en espiral, en sentido ascendente, lleno de
habitaciones, colocadas en lugares estratégicos, a ambos lados dentro de las
cuales habían personas hablando diferentes lenguas y una vez llegó a su
destino: Tocó en la puerta de entrada y pidió paso a quien regentaba aquella
Gran Torre de Babel.
—Veo que no as tardado mucho en venir a cobrar tu deuda
—sonrió.
—Sí.
El viejo maestro sacó una bolsa con el pago prometido,
pero antes de dársela al joven le dijo:
—¡Sabes Manimú! —Volvió a sonreír la madurez—. Te puedes
quedar con esta bolsa con tus diez monedas o cambiármela por un tesoro aún
mayor.
—¿Tesoro? —Dudó.
—Sí, tesoro… Te ofrezco la oportunidad de cambiar estas
diez monedas por la posibilidad de acceder al gran conocimiento que alberga
esta casa.
—¿Y cuál es? —Seguía dudando.
—El hablar tantas lenguas como puedas aprender.
Manimú meditó y como ser reflexivo que era visionó, en el
futuro, que aquella enseñanza le llevaría muy lejos en su vida y a partir de
entonces cambió su oveja y tres cabras por la capacidad de hablar mil lenguas.
Decisión que cambió su rumbo vital y la de su familia porque aquel conocimiento
le ayudó a acceder en conocimientos, experiencia y valores.
Cuento dedicado a la Escuela de Idiomas de Arucas
y a su labor docente.
Reseña:
Tras la presentación del grupo cultural Salsipuedes de
Arucas por el Director de la escuela oficial de idiomas, este pasado 23 de
octubre de 2018, José Gilberto Moreno García, máximo responsable de
Salsipuedes, hizo una introducción dentro de la cual manifestó que el grupo
cultural que dirigía eran personas que participaban y colaboraban en la
asociación por puro altruismo, que no eran actores profesionales –aunque yo sigo pensando que para no serlo se
desenvuelven muy, pero que muy bien– y que además la asociación, como tal,
tampoco cobraba sus representaciones, excepto las que se organizaban para
autofinanciarse; pues ninguna institución lo hace, ni lo ha hecho: Me refiero
al financiarlos.
También se extendió en dibujar el contexto histórico donde se habían desarrollado los acontecimientos que se narraban en la representación que seguido se haría. Haciendo hincapié en que: El vestuario que se exhibió en la representación procedía de Toledo –Vestuario que compartió escenario con los “Tamarcos” prehispánicos–, el atrezo armamentístico y decorativo tuvo que ser localizado con un gran esfuerzo –“Para buscar cuatro armas estuvimos un mes” dijo el director–, los segmentos que dan como resultado el magnífico cuadro escénico que disfrutamos en el patio del colegio –Documentación, guionización, ensayar, tratar con las distintas entidades que gestionan el patrimonio solicitado (En el caso que nos ocupa, cito: “El Castillo de la Luz está gestionado por la fundación Martín Chirino… Que es propiedad del Ayuntamiento… Y lo organiza la comisión de fiestas de la Luz con el Club Victoria… Ósea que para hacer una gestión hay que dar cuatro pasos”), etc.– implican un gran desgaste en gestiones que se complican con cada movimiento: Que si no se puede tocar nada dentro del castillo, que si todo tiene que ser a través de, etc.
Y por último, después de hacer un desnudo cuasi integral,
poquito a poco, se fue desvistiendo mientras hablaba para terminar trasformado
en el personaje que da paso a la obra en sí misma.
Una representación que no desmerece a ninguna de carácter profesional, pues fue: amena, bien interpretada, bien escenificada y bien guionizada y dirigida, que estas dos últimas también cuentan.
Decir para finalizar que no me arrepiento de haber ido a
la representación, porque siempre que asisto a una consiguen que mi realidad se
desvanezca y no me arrepiento también porque me recreo en la cachetada que le
dan a todos aquellos que no entienden que hacer cultura es, y me cito:
“Dejar de Ser, para
ser uno mismo y si es un nosotros mejor.”
Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
por un mundo más justo.
Frase y cuento de mi
serie: Meditando en un templo Shaolín.
Fotomontaje de mi álbum
personal.
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