Cada día de nuestra existencia, desde que el sol nace por el este y se
pone por el oeste, todo ser humano normal y corriente, como usted, yo y sus sucesores,
tanto en esta parte de la historia como en la prehistoria, nos enfrentamos a un
sinfín de pruebas donde la causalidad, la casualidad o la suerte, en este
último estadio como expondrían otros menos versados en estadísticas académicas,
nos ha llevado para que las resolvamos ataviados de cuantos recursos, tanto
materiales como inmateriales, tengamos a mano o de los que nos podamos proveer en el momento justo para tratar de dar
una solución práctica o lógica a dichas
pruebas.
Pruebas de distinta trazabilidad, que según la famosa pirámide de
Maslow, se comienzan a solucionar fortaleciendo las necesidades básicas
que están compuestas por las fisiológicas
que se expresan, entre otras, con actos tan rutinarios y vitales; pero a la vez
tan complejos a nivel celular, como lo es el simple mero hecho de respirar, descansar
o alimentarse y por las de seguridad las
cuales son afrontadas, de manera activa, dentro de la sociedad donde nos
movemos para asegurarnos, entre otras, una buena salud, un buen entorno
familiar y un buen empleo.
Dos primeros pisos de la pirámide que nos subrayan que cualquier ser
humano de este agitado planeta no podría pretender optar a los tres niveles
restantes, afiliación, reconocimiento y autorrealización, de tal arquitectura sin
tener bien reforzados y cubiertos los dos primeros y la prueba de todo la
tenemos en la infinidad de imágenes espeluznantes que llegan a nuestras retinas
de países subdesarrollados a través de la caja que todo lo chiva, a la cual nos
volvemos adictos desde temprana edad, o a través de la cada vez más insegura
internet, que sin dudarlo nos prostituirá la conciencia a menos que estemos atentos
a sus trampas. Pisos de afiliación o
sociales y de reconocimiento o de
estima que recogen en su ancho regazo también las necesidades psicológicas,
entre otras y por orden de piso: Las relaciones de amistad, de afecto y de
intimidad sexual. Y las de confianza, respeto, auto-reconocimiento y éxito.
Pisos todos ellos que si logramos superar, asentar y fortalecer en
nuestra vida nos llevarán hasta lo más alto de esta estructura piramidal: A su
último estadio. Lugar donde se encuentran recogidas las necesidades de autorrealización
que comprenden, entre otras, la moralidad, la creatividad, la espontaneidad, la
falta de prejuicios, la aceptación de hechos, la resolución de problemas y para
mí, perdónenme la licencia, hasta la capacidad de desarrollar el altruismo
desde un punto de vista humanista.
Pruebas, en el caso de los retos a superar dentro del ámbito científico,
ya sean estos tecnológicos, médicos o de otra índole, que necesitan de
individuos, mentes pensantes impregnadas sobre todo de libre pensamiento, que
hayan podido fortalecer todos y cada uno de los pisos de la tan mentada y
acertada pirámide de Maslow. Ilustrados cada uno en su materia, cada uno en su
campo y escalafón, que esta pasada mañana de sábado del día 19 de mayo de 2018,
dentro de las V Jornadas Anuales de Doctorado de EDULPGC que tan acertadamente arropó
el Museo Elder de la ciencia de Las Palmas de Gran Canaria, tuve el placer de
meditar en primera persona, junto a mi esposa, y a posteriori sigo meditando en
yotube, recomendación que les hago desde estas líneas; pues no tiene ningún desperdicio
todo lo vertido en el cuenco del saber, los cuales me lograron transmitir,
tanto de forma individual como colectiva, entre otras emociones y datos de
orden científico la certeza de que la sociedad común cuando entramos en
contacto con cada uno de los proyectos universitarios que se llevan a cabo en
el silencio de su cotidianeidad somos capaces de percibir que el mundo tiene
todavía un hálito de esperanza materializado, granito a granito, en todas y
cada una de las ideas, propuestas e investigaciones producidas y que además tenemos
la facultad de ayudar a los investigadores, con nuestro voto, cuando quitamos
de un zarpazo de en medio, por vía democrática no se me asusten, a cuanto
político interesado, partidista y mercantilista vete, sistemáticamente, los
medios necesarios para que los investigadores puedan hacer ciencia pública y el
común de los mortales podamos beneficiarnos de ella sin tener que pagar, lo que
debería ser de patrimonio universal, a los grandes intereses de un cartel,
trust y holding, además en que se coloquen, en los lugares estratégicos, los no
políticos, a los activos humanos que cumplan con los estándares humanistas,
académicos y morales que son necesarios, desde mi punto de vista, para coordinar
con ética y eficiencia la balanza del conocimiento a favor de la sociedad en
general ayudando desde la parte del ángulo que le toca a defender a cuantos
alumnos, profesores, doctores y catedráticos deseen tocar en su puerta y
reclamar su ayuda en el transcurso de su vida profesional.
Y he aquí que hemos tenido la suerte de que un hombre de las
características dibujadas ocupe el puesto de director del museo Elder. Un
hombre que ya ha allanado el camino a muchos, desde hace muchos años, en otros
puestos de responsabilidad. Un profesional que no desecha el dialogo, el consenso
y el trabajo en equipo para conseguir un bien común o mayor como bien lo ha
demostrado al facilitar al Doctorado de la Universidad de Las Palmas de Gran
Canaria las instalaciones y medios del museo Elder para que todos los que participaron
en las V jornadas: Ya fuere dentro del concurso o fuera de éste. Ya sea este el
mismo Catedrático de Física de la Materia Condensada, Pedro Echenique, o como
todos y cada uno de los profesores, doctores y catedráticos como por ejemplo: Don
Mario Monzón, Don Ernesto Perera, Doña Amelia Rodríguez, Doña Magdalena Santana
y Don Luis Serra Majem. Para que todos los que participaron, me repito a
conciencia, puedan tener la certeza de que no están luchando solos en este
vinoso mar donde sus cóncavas naves navegan debatiéndose en cada periodo
concluso si pueden ser víctimas de un naufragio por falta, simplemente, de una
política empática. Y que dicha ayuda también puede venir por la labor
divulgativa de los museos.
Disertaciones que podemos degustar en el siguiente enlace:
Y V Jornadas que se clausuraron con la intervención del Director del
propio museo y que vino a fortalecer en su exposición “El papel de los museos en la
divulgación científica” ya que estos pueden conseguir que la ciencia se
humanice y una vez humanizada sea de fácil asimilación para todo lego en la
materia por la que se interese y esto solamente se puede conseguir con figuras
como la de Don José Gilberto Moreno que tiene la capacidad de sin cambiar
lo más mínimo su talante, serena sonrisa y sello personal: Cerrar con éxito las
V jornadas o pregonar la apertura de la Fiestas de San José o las fiestas de
“La Lana” que se celebran en donde aún viven algunos de sus familiares,
Caideros de Gáldar.
Un pregón también atípico como lo fue el del acuarelista Juan Martín en
Montaña Cardones; pero con el sello peculiar de un hombre que lleva en las
venas: un escritor en estado puro, un organizador nato y contador de historias
por disfrute personal, que se expresó de la siguiente manera antes de comenzar
su pregón al oír hablar tan bien de él a quien le tocaba presentarlo:
“Bueno, Jorge, por un momento pensé que me había muerto.”
Y se guido se ausentó de la tarima para volver de nuevo a ella con una
maleta y un balde y entonces comenzó su pregón, claro después de dar las
gracias a Jorge por la invitación y presentación y a las autoridades presentes,
como según él lo debe hacer un pregonero, dando dos sonoros toques con una
cornetilla que sacó de la maleta, y seguido se expresó de la siguiente manera:
“Siempre surge la duda del contenido del relato que te apetece decir
cuando te llega una honrosa invitación como esta. De este maravilloso lugar
podría contar muchas cosas, su historia, con antecedentes de la fundación del
Pago y su ermita, la toponimia del lugar, los Caideros de agua, el antiguo
poblado de cuevas, el origen de sus fiestas, las labores de pastoreo y labranza
e incluso muchas anécdotas y curiosidades. Hasta que llegó mi hermano y me lo
dejó claro, con apuntes en mano me recordó nuestras aventuras y vivencias de infancia.
Estoy seguro que mis antecesores habrán hecho alusión a esas crónicas
documentales así que lo que a mí me corresponde es venir con mi maleta y
contarles mi viaje.”
Y después de dar varias palmadas en el aire prosigue:
“¡Arriba, arriba, hay que levantarse! Dicen que los viajes son
recordados por mucho tiempo, cuando vamos de vacaciones, cuando acudimos a la
búsqueda de algo, cuando recorremos kilómetros para reunirnos por cuestiones de
trabajo, cuando vamos incluso a disfrutar de un evento o un espectáculo, en
definitiva, cuando partimos con ilusión y nos traemos un recuerdo de regalo;
pero sin duda es el viaje que recibe o busca tus lazos familiares el que suma
ese recuerdo, el que transforma ese regalo en sentimiento. En un viaje
recordado no solo cuando miras un álbum de fotos o lanzas la memoria, sino que
se queda impregnado en el gran viaje de tu vida. Un viaje que se llena de
anécdotas, de personas, de emociones y sobre todo del lugar a donde vas y ese
es mi viaje el que va unido a un lugar, Caideros.
Soy pregonero, probablemente, por hacer eso que dice la propia palabra:
pregonar, divulgar, transmitir a través de la Asociación Cultural Salsipuedes
la historia de nuestra tierra canaria donde las tradiciones reviven y perduran
también en este lugar, pero este pregón no es mío exclusivo; pues mi
vinculación con este pueblo es compartida. Compartida por mi hermano que
recogió su forma de vida y es el que ha elegido residir en él, hacer su
proyecto de vida en su cueva, acompañada por mi madre y hermana, que nunca
falta, heredada por mi mujer y mis hijos para que el legado continúe y sobre
todo sentida, emocionada, enraizada por mi padre, el verdadero hijo natural de Caidero.”
Llegados a este punto saca de su maleta un instrumento que asemeja el
agua de lluvia y prosigue:
“Era un día de lluvia, con ella empezó este viaje, con él también, en
Valerón de arriba donde nació rodeado de sonidos y olores, que según dicen son
los que más perduran en el tiempo. No en vano la lluvia, el viento, el valido
de las ovejas, el zumbido de las abejas, el cacareo de las gallinas, el gruñido
del cochino y de fondo, cada hora, las campanas de la iglesia. Y fue una
campana lo que dio lugar a otro viaje.”
Ahora saca de su maleta una campana, la tañe y prosigue:
“Pues fruto de la casualidad al hermano de mi abuela, Lorenzo Agüiar
Molina, cura capellán del ejército, que también nació en Valerón de arriba, le
tocó el nombramiento de la parroquia de San Ginés, en Arrecife, teniendo que
emigrar a Lanzarote llevando en compañía al pequeño varón de aquella casa, a mi
padre, y así propiciar estudios: Suerte y fortuna en aquellos tiempos. Caideros
partía a tierras volcánicas en un corazón lleno de lava que siempre proyectará
calor y sentimientos, que se transformó en piedra de cantería al emprender años
más tarde un nuevo viaje a Arucas, por el nuevo traslado del tío clérigo. Lugar
de piedra y flor y del paseo de los domingos donde surge el amor que da lugar
al encuentro de mis dos progenitores. A partir de ahí, el domingo es día
obligado para ir de … para acudir a Caideros. Mis recuerdos de niño se remontan
a mi niñez o dicho de otra manera, a cuando no tenía conocimiento ninguno y fundamento
menos. La visita a mis abuelos, Vicente y Rafaela, que años más tarde se
mudaron a Valerón de abajo fueron el ir y venir de cada semana. Y cómo no y
mucho más reciente a mi tía Consuelo, a su marido el tío Elías y a mi única
prima Rellita, ya que por parte de mi madre no tengo ni tíos, ni primos, ya que
es hija única. ¡Vamos, que en un coche cabríamos todos!
Y en un coche hacíamos el gran viaje de la semana, me trae innumerables
añoranzas aquellos que subíamos a visitar a los abuelos y tíos que desde muy
temprano salíamos desde la goleta, en Arucas, para recorrer en el “Austín
Cambris” de mi padre casi una hora y media de camino, toda la familia, con la
ilusión de llegar y pasar el día aquí arriba. Aún no habíamos llegado a
Bañaderos y ya estábamos los tres hermanos de perreta: ¿Falta mucho? ¿Ya vamos
a llegar? ¿Cuánto falta? Yo creo que con ese guineo desde bañaderos hasta aquí
seguro que el primero que tenía ganas de llegar era mi padre, pero para no
oírnos. Ya por las curvas del hormiguero la sintonía no paraba: “Ya vamos a
llegar… Ya vamos a llegar…” Siempre y después de tantos años hay cosillas que
quedan marcadas y grabadas siempre en una de estas idas y venidas. Estando en
la cocina de mi tía Consuelo, esperando para comer, un día llegué y donde
primero me cuadró me senté y resulta que el asiento se me rodó y me caí tanto
yo, como mi banqueta. Todavía me acuerdo.”
Ni corto ni perezoso coge su antiguo asiento lo levanta y continúa
expresando:
“Imagínense mi tamaño.”
Tira el balde que había cogido al suelo y prosigue:
“Resulta que tal asiento era el cacharro de la leche del día, de las
ovejas y de la vaca, que estaba en reposo con el cuajo para después hacer el
queso. Lo que pasó después mejor ni se lo cuento… Todavía me huelo lleno de
leche. Ya se lo imaginarán.
La memoria me lleva a recuerdos inolvidables: Como un paseo con mi
abuelo con su escopeta donde me sentí un elegido, el ordeño diarios de las
ovejas con mi tío, la algarabía de la matanza del cochino con mi padre
vigilante con su puro de los domingos, la mirada de mi madre al verme comer
aquel arroz con leche diferente al suyo, el beletén que nos llevábamos en la
lechera o la sonrisa que se me quedaba con las pesetas que mi tía madrina me
daba en las despedidas.”
De nuevo coge el balde lo golpea y expresa:
“Sonidos…”
Y prosigue:
“En otra ocasión, que también tengo grabado, aunque esta vez yo no tuve
nada que ver, pues nos llevamos un gran susto. Fue cuando mi hermana muy
sigilosa sube por la loma que está encima de la casa de mis abuelos y se monta,
muy campechana, encima de un carnero de cuernos enroscados, asiéndose creer que
estaba encima de una moto, su sueño, y muy derecha a ella agarrándose de los
cuernos como si de un manillar se tratara duró en el carnero hasta casi el
cruce de Lucena y por suerte el carnero no la tiró y todo quedó en un susto. Lo
que pasó después cuando llegó donde estaba mi madre mejor que tampoco se los
cuente... Ya a la vuelta iba más tranquila… Después de estar todo el día
correteando por esos lomos de Valerón y hacer las pertinentes visitas a …. “La
pecosa”, en Valerón, y a Isabelita, la hermana de mi tío Elías, en Lucena,
guardábamos un tiempo para visitar y merendar en la casa de “Bebita” y “Mastro”
Pedro donde las poesías y una pieza de piano eran una despedida ideal llenas de
historias, dulzura, consejos y refranes.
Probablemente esos relatos de nuestro viejo primo, el sacristán, y
siempre querido por este pueblo, Don Pedro Agüiar Molina, se enraizaron en mi
memoria con sus palabras: “La gente deja
que las tradiciones se pierdan y esas ya no vuelven y también se irán los
que pueden contarlas.”, decía. No es casual que ese pensamiento que comparto y
tratamos de mantener vivo con la labor que hacemos, muchas personas, desde la Asociación Etnográfica Salsipuedes se refleje con ímpetu en Caideros. Bandera
del rescate y mantener viva nuestra reciente, sus costumbres y tradiciones, los
valores de nuestra identidad canaria que han hecho que estas sean ya todo un
referente en todo el archipiélago. El regreso a Arucas llegaba con la puesta de
sol y piensen y piensen en una imagen más lógica, ya veníamos los tres
durmiendo en el coche, sin dar la lata y sin guineo ninguno, a excepción del
carrusel deportivo que mi padre sintonizaba en la radio para oír en directo
todo los partidos del domingo y despertarnos con el grito de GOOOL cuando antes
marcaba la Unión Deportiva Las Palmas. De estos recuerdos infantiles ya ha
llovido mucho, ya han cambiado muchas cosas, mis abuelos fallecieron, mi tía
Consuelo y Elías también y mi única prima se mudó a San Isidro. Aunque estuve
tiempo sin rondar estos parajes hace unos años que he vuelto a frecuentar por
estos andurriales, ahora a la gallanía de mi abuelo convertida en casa cueva,
cuando mi hermano Fermín me invita a comer. Pero eso sí ahora cuando estoy en
la cocina esperando para comer esta vez me siento en una silla. Todo va
cambiando y nada vuelve a ser como antaño y solo queda la satisfacción de los
buenos ratos vividos, de los que aún me quedan por disfrutar en este pueblo.
Recuerdo como mi sentir canario cogía aún más fuerza por no entender como no
llegaba la luz de mis tíos, de mis abuelos, por una decisión que debía de venir
desde tan lejos, de Madrid. Desde tan lejos no saben lo que es vivir sin
electrodomésticos, con un motor de manivela para ver la televisión solo una o
dos horas por la noche, lo difícil que era moverse del lugar, los meses de
trashumancia o la subsistencia con los productos de la tierra o la venta de los
quesos más artesanales que en ningún otro sitio, aunque en un tiempo hubiera
que ahuyentar a algún inspector con escopeta en la mano; pero los cambios se
producen el camino es mucho más corto e incluso me he dado cuenta que estos
últimos meses están ensanchando la carretera desde la … hasta aquí. Ya
prácticamente todos los vecinos tienen luz y dejaron atrás la incómoda tarea de
poner en marcha aquel motor. También he de destacar la oficina municipal para
servicios de trámites de cualquier vecino sin tener que desplazarse a Gáldar e
incluso en estos últimos días la oportunidad de que cualquiera pueda tener
acceso a la línea ADSL y a pesar de todos estos cambios que nos hace la vida
más cómoda no puedo dejar de elogiar a Caideros por el trabajo diario de sus
gentes dedicada toda una vida a las labores de agricultura y ganadería, a esos
ovejeros que de lunes a lunes, haga frío o haga calor, se dejan sus años en
esas lomas para alimentar a su ganado. Elogiar también a esos pastores jóvenes
que han decidido continuar con las labores de sus padres y así hacer que
Caideros se siga oyendo en todo el archipiélago y fuera de él por ser
considerada, entre otras cosas, la zona de mayor reconocimiento de quesos a
nivel nacional e internacional.”
Llegados a este punto saca de la maleta un cencerro lo agita y da las
gracias a la Asociación Cultural y Vecinal Montaña del Agua la invitación y el
compromiso de colaborar en las fiestas de “La Lana”.
Una vez terminado el pregón sonó la música ambientada en los años 60 a
cargo del grupo musical “Los Sixty” y finalizada su actuación se comió, bebió a
cuenta de una asociación de vecinos cuyos componentes se desvivieron en
atenciones con los que se había desplazado hasta allí.
No me gustaría cerrar esta líneas sin dejar de mencionar, esta vez, a
Lili y Tomás, con los que mantuve una charla llena de luz y matices
gratificantes para el alma.
¡Ah!, y a ti, Ninfa, infinitas gracias también por atenderme cada vez
que te llamo para salir de dudas sobre alguna cuestión sobre lo que escribo.
Alejandro Dieppa León.
Por un mundo mejor,
por una sociedad más justa.
Fotos de mi álbum
personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario