Cuando caminamos por
las anchas o estrechas calles de nuestra ciudad suelen haber muchos días,
imagino que les habrá pasado alguna que otra vez, que lo hacemos mirando hacia
el suelo, ensimismados en contar cuales son los pros y contras de nuestra basculación
emocional, siguiendo con la mirada perdida las cuadriculaciones formadas por
las baldosas de la acera, tratando de encontrar en alguno de sus ángulos el
orden perfecto para resolver nuestra inestabilidad emocional; pero al no quedar
ésta resuelta volvemos a nuestro añorado hogar macerando el sinsabor de no
haber sabido cual era la solución perfecta a elegir ante la variopinta clase de
trampas, retos y decisiones con las que la vida nos pone a prueba como seres
humanos.
Otras muchas veces, sin
embargo, cuando caminamos, por las mismas anchas o estrechas avenidas, lo
hacemos mirando al frente, con la cabeza bien alta, en un aparente estado de inmejorable
perfección mental, tratando de ocultar que seguimos perdiendo la mirada, y hasta
el tiempo, en volver a oscilar la misma cantidad de pros y contras del día
anterior. Estado de ánimo que nos devuelve, más maltrechos si cabe, a nuestro hogar
sin haber puesto en orden nuestro caos interno con el cosmos y el resto de seres
humanos que comparten coexistencia con nosotros.
Pero es en muy pocas
de esas ocasiones que, en este navegar por el mar de la cotidianidad, no caminamos
perdiendo nuestra mirada ni abajo, ni al frente; sino, al contrario, la
agudizamos con esmerado tino, despojándonos de cuanto nos hace pesar más, y es
justo en ese mismísimo instante cuando delante de nosotros se manifiesta, en
estado puro, un mundo de luz que no cambia ni el número, ni el orden, ni tan siquiera
la intensidad de nuestros problemas. No, no los cambia porque, pura y
simplemente, los diluye en el mar de rostros de otros seres humanos que se
cruzan con nosotros ataviados de distintos estados de ánimo. Estados que se
manifiestan hasta de treinta y nueve formas diferentes en el rostro de unapersona. Pudiendo éste emanar de su esencia escultórica: Sorpresa, alegría,
disgusto, tristeza, miedo, furia, ira, etc… Pero que también ocultan, no lo
duden, los distintos grados de salud mental que están trabajando en la mente
del que miramos. Sí, los ocultan, no creo que se atrevan a afirmar lo contrario,
o acaso creen ustedes estar cualificados para afirmar que no es así al emitir
un diagnósticos que tipifiquen quiénes y qué tipo de enfermedad mental padece todo
aquel que se cruza en su camino.
¿No, sí?
Bueno… Está pregunta
se la tienen que responder ustedes en conciencia, a solas; pero para aquellos
que de antemano hayan respondido con un impulsivo SÍ les aconsejo que se pongan
frente al espejo, mediten el suyo, y traten de determinar el grado de salud
mental que éste le manifiesta.
Y es por lo
anteriormente escrito que he de reconocer que cuando asistí, ayer, día cuatro
de mayo de 2018, a la apertura de la exposición que el afamado escultor –recomiendo leer su biografía–, teldense,
Luis Arencibia propuso al Espacio Cultural S/T, sala ubicada en la ciudad de
Las Palmas de Gran Canaria, nunca llegué a pensar que la gran mayoría de los rostros
expuestos correspondían a un estudio sobre la locura y que esté interés por
este matiz de la condición humana venía fundamentado por los años de
convivencia al lado de un manicomio. Años que no le sirvieron a Luis Arencibia para
sentir repulsión por aquellos que padecen cualquier enfermedad mental; sino, al
contrario, le motivó a llevar a cabo un estudio de los rostros humanos que se
cruzaban con el día tras día, demostrando con ello que su mirada, viva e
inquieta, no se pierde en aspectos vacuos, sino que ésta se llena con la luz del
humanismo.
Un humanismo que bruñe
la esencia del escultor y al mismo tiempo la del ser del hombre común; pero que
también consigue que su obra cumpla una función no solamente estética, sino
social; pues pone el acento en un tema tabú en nuestra sociedad.
Recomiendo la
meditación de estas propuestas escultóricas.
Alejandro Dieppa
León.
Por una sociedad
mejor, por un mundo más justo.
Fotos de mi álbum
personal.
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