¿Usted conoce el
famoso dicho que subraya: “que cualquier tiempo pasado fue mejor”?, pues yo en
mi camino por los vericuetos de la vida no afirmo que esto sea rotundamente cierto,
pero al mismo tiempo tampoco lo niego con extrema contundencia porque siendo
sincero hay cosas del pasado que tras una reflexión se puede afirmar que sí son
mejores y para ilustrar lo expresado meditemos tres sencillos ejemplos:
Para empezar con las
muestras les invito a abrir el baúl de sus nítidas memorias y rescatar de ellos
infantes recuerdos. En este caso, permítanme la licencia los más jóvenes, me
dirijo ya a ustedes, sí, a ustedes en concreto me refiero, a los más talluditos
en edad como el que les escribe estas líneas... Recuerdan cuando jugábamos en
la calle, no en la de negro asfalto sino en la de polvorienta arena o dura piedra,
cerca del zaguán de nuestra casa o en el parque, ya un poco más lejos de ella,
con juguetes hechos de manufactura casera, sí, manufactura casera, porque antes
los utensilios de juego te los tenías que inventar y fabricar tú mismo, como: La
típica pelota o muñeca de trapo, las variopintas espadas de palo, las cuerdas
para saltar a la comba, los rápidos carricoches, etc. Herramientas de juego que
en connivencia con la fértil fantasía y los fieles amigos podían hacer que un
minuto se convirtiera en toda una historia, que una hora se transmutase en una
aventura y que una soleada tarde o mañana se convirtiera en un sello que acuñó
en nuestras moldeables memorias instantes de sana felicidad que un sofisticado vídeo-juego, con toda su potente tecnología, no podría acuñar porque están
pensados para ser jugados en soledad o en compañía de otros jugadores con los
cuales, a lo más, solamente podemos intercambiar palabras, no saludos táctiles,
ni palmadas en la espalda, ni mucho menos abrazos fraternales…
Seguidamente
podríamos hacer un cortito pero ejemplarizante viaje en el tiempo a los años
donde las fiestas de barrio: Ya sean éstas celebradas en la calle, en la azotea
o en la plaza, que aparte de concebirse para la diversión sana servían además, llevando
a cabo un respetuoso trato con el sexo opuesto; para construir relaciones de parejas
de novios que en la mayoría de los casos terminaron en matrimonios duraderos.
Sencilla manera de ver la vida que se contrapone a la actual intencionalidad de
la gran mayoría de las fiestas que recorren nuestra geografía, y quien crea que
exagero que visite Internet, donde el fin principal es conseguir la diversión a
través del consumo exagerado de bebidas alcohólicas, drogas habituales y nuevas
drogas de diseño y la intencionalidad en las esporádica relaciones no pasan de
ser más que un mero interés carnal de una noche, una hora o un par de minutos
en condiciones de poca o casi nula nitidez mental que acarrean en el mejor de
los casos una curable enfermedad venérea y en el peor de ellos una de la cual
mejor ni mentar ningún aspecto.
Y por último podemos recrear
esta tercera exposición con el acto vivencial que la asociación cultural Salsipuedes
de Arucas propuso a la ciudadanía de la isla de Gran Canaria este pasado 15 de
junio de 2018 en el Rincón de Tenteniguada, hermoso paraje que se expresa con
todo su exuberante esplendor, cerca del pueblo de Valsequillo.
Acto enclavado en el día de las tradiciones donde Salsipuedes expresó,
exhibiendo todo un nutrido lujo de detalles –trazo característico de un grupo al cual califico de entrañable por su
simpatía, pero al mismo tiempo también califico de rigurosos porque se toman en
serio su cometido cultural–, a los miles de visitantes que tuvieron el
deseo de palpar, meditar y hasta de afirmar o negar, si algún tiempo pasado fue
mejor y para llevar a cabo dicha grata tarea
meditativa el visitante tuvo que adentrarse por una
ancha calle peatonal, claro tras dejar bien aparcado el vehículo porque,
aunque la policía local hizo acto de presencia, su amabilidad y buen trato hizo
posible que no se colocara ninguna multa, se adentraron en la fiesta propuesta
topándose de frente con los oficios que proponía Salsipuedes:
El primero el
panadero, al cual le seguía una sonriente costera, como decía mi abuela de moya
refiriéndose a la familia de mi abuelo –mi bisabuela “Frascorra”–, o vendedora
de pescado y tras los cuales me encontré con una exuberantes vendedoras de
frutas y verduras que me agasajaron con abrazos y besos, energía vital que
desde estas líneas le agradezco; pues siempre que lo hacen me alegran el alma –debo puntualizar que siempre que he asistido
a un acto de Salsipuedes he salido con una inyección de alegría vital; pues no
hay ni uno solo que no lleve de serie la sonrisa y el buen trato hacia el que
los visita.–, y seguido las vendedoras de leche que defendían el oficio de
lechero: porque antes la leche no venía envasada, ni pasteurizada. Lecheras que
tampoco escatimaron, con mi esposa y conmigo, los abrazos y besos, y a partir
de este punto oficios como el de:
Carbonero,
castañera,
afilador,
turronera,
nevero, un hombre
sencillo y diáfano,
maletero, en este
caso una cariñosa y entrañable maletera,
pinochero,
sardinera,
vendedora de novelas,
en este caso también una cariñosa y entrañable vendedora,
sereno y pregonero,
con el cual siempre que coincidimos llegamos a la conclusión que rezuma alegría
y bondad,
lavandera,
vendedoras de ropa,
mielera,
fotógrafas,
colchonero,
limpiador de zapatos,
heladero,
vendedor de cupones,
cura y su monaguillo (que
no sé si eran de verdad o no),
par de guardiaciviles
antiguos,
policía local muy
particular, siempre simpático y afable,
carpintero fabricante
de juguetes, entrañable como su esposa,
y llegados a este
punto un oficio que desde que lo vi se me puso la carne de gallina pues tenía
en una de sus manos una terrible herramienta de trabajo de la cual guardo muy
malos recuerdos: El practicante y dentista con su jeringuilla y saca muelas. Un
ser humano al cual, no me tiembla el pulso en escribirlo, lo tildo de ser
humano de humildad ejemplar; pues me demuestra con sus actos que lo que habla
de uno no es lo que se predica sino que es lo que se predica y se lleva a cabo
con sencillez de trazo.
Y una vez pasado el
mal trago del practicante llegó el latonero que con su habitual serenidad en el
trato me hizo olvidar que cerca de allí había un hombre capaz de ponerme una
inyección si me despistaba.
Oficios todos ellos
del pasado reciente, pero que en algunos casos se podría decir que su función
hoy todavía es necesaria, como la del sereno… Oficios y vendedores ambulantes
que no pudieron competir con el procedimiento comercial moderno, pero no me
refiero al del pequeño y mediano empresario sino al de la gran superficie que
lo industrializa y descentra todo a través de un neo-liberalismo, carroñero, que
se viste de etiqueta cuando la mayoría de sus asalariados tercermundistas
subsisten con un trabajo mal pagado e insolidario con las reglas de juego del
entre comillado “primer mundo”.
Como ya pueden sacar
en conclusión del famoso dicho mentado al principio de este texto puede ser
verdadero o falso el afirmar que “cualquier tiempo pasado fue mejor” dependerá
de nuestra escala de valores e intereses; pero lo que sí es verdadero, cierto y
acertado es apostar por la iniciativa cultural de Salsipuedes pues sin dudarlo
es garantía de éxito cultural, por eso a la asociación de vecinos que invitó a
estos labrantes de nuestra identidad mi más sincera enhorabuena porque con su
ejemplo le demuestran a las instituciones que con poco que se invierta se puede
conseguir que nuestra idiosincrasia sea luz en un mundo de oscuras mentes
pensantes.
Alejandro Dieppa
León.
Por una sociedad
mejor, por un mundo más justo.
Fotos de mi álbum
personal.
¡Bravo! Felicidades
ResponderEliminarGran labor la realizada por el grupo cultural Salsipuedes. Interesante columna Alejandro! Saludos.
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