Aquella mañana, me desperté, despejé mis sentidos con el agua limpia, clara, transparente, que llegaba hasta mi casa recorriendo el entramado de tuberías y atento al movimiento curvo del tiempo, después de abrir la ventana, mis ojos, desde aquel privilegiado altar de mi habitación, se llenaron de la majestuosidad del paisaje contemplado que me invitaba a adentrarme en su tonalidad cálidamente navideña, acogedora, entrañable, contadora serena, sin pretenderlo, de historias guardadas dentro de su colorido, secretos de sus habitantes...
No sé cuanto tiempo lo medité, ni cuánto tiempo estuve en mi atalaya, pero entre más me adentraba en sus entrañas atisbaba detalles sutiles, imaginarios, que estaban sin estar como el de una mujer transportando entre sus brazos los troncos de leña cortados para mantener el fuego hogareño, o el de un grupo de niños jugando con trineos en una pequeña pendiente mientras otro grupo se batía con bolas de nieve, también vi con plena nitidez al tendero atendiendo las demandas de sus clientes, al hombre que ordeñaba su baca y a una madre amamantando a su hijo... además de ventanas abiertas por las cuales se escapaban sonidos hogareños.
No... No cerré la ventana y siguiendo un impulso salté dentro de ella y mis sueños navideños se materializaron dentro de aquella obra pintada por el alma de un ser sensible, diáfano, dado, de sonrisa sincera... De un hombre feliz.
AZUL SOBRE EL BLANCO
SENCILLEZ Y ENCANTO.
PALETA DE TU POESÍA:
MAESTRÍA, MAESTRÍA
NAVEGANDO EN EL ESPACIO.
ENCUADERNACIÓN DE LOS TRAZOS SOÑADOS EN LA MEDITACIÓN NAVIDEÑA.
Alejandro Dieppa León.
Acuarelas del pintor aruquense Juan Martín Martín.
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