"En definitiva todos nos vamos a morir. Infelizmente no podemos escoger el modo, pero si podemos elegir como encarar ese final, para que se acuerden de nosotros como hombres."
Gladiator.
Este pasado día 25 salí de un lugar en el cual tuve que enfrentarme, quisiera o no, a la incertidumbre de una duda razonable, a uno de los peores fantasmas que puedan asediar mi sinapsis neuronal de hombre tranquilo en este momento de mi vida, y mientras caminaba junto a mis seres queridos, en silencio forzado, recordé la frase de Séneca sobre la que medité ese mediodía. No saben ustedes cuanto me ayudó paladear nuevamente su esencia...
Y hoy, día 26, por la mañana, me he enterado del suicidio de una política teldense, según he oído se lanzó desde una ventana al vacío.
Yo no voy a entrar en juzgar dicho paso, no soy quien, ni lo pretendo, pero este detalle de la vida me retrotayó a mi infancia. Justo a ese momento de mi existencia cuando, con nueve años de edad, jugaba con un grupo de indios y vaqueros de plástico al lado de la ventana de mi cuarto y en un instante de ese juego, no sé por que motivos, elevé mi vista, atravesé con ella el frío cristal y me quedé mirando fijamente a un señor que se había puesto en pie sobre el bordillo del balcón de su casa... Posteriormente saltaba al vacío. No sé por que esa imagen ahora, después de tantos años, se me presenta tan nítida. Como nítido se vuelve el recuerdo de aquel hombre que se había ahorcado debajo de mi casa, no sé por que motivos, ni nos interesan, los gritos de sus seres queridos, los llantos de mi esposa por el impacto visual desde la ventana de nuestra casa, ¡otra vez la ventana!, y el posterior silencio. Ese ácido silencio que corroe nuestros sentimientos.
Yo pienso, permítamelo, que el suicidio no es algo voluntario es el lugar donde acaba el río de la cordura.
Los canarios en tiempos prehispánicos practicábamos, muchos de nosotros, este ritual: “cuando un jefe moría, alguno de sus más fieles amigos saltaban al vacío” dice la crónica.
Con todo lo escrito vuelvo al principio, a la frase que abre este texto, con la esperanza de que cuando llegue mi hora, cuando la parca me llame, cuando el tiempo de vida llegue a su fin o lo presienta pueda encarar ese momento como un hombre: con dignidad y sin temor; para que los míos honren mi recuerdo como se merece: con respeto.
Alejandro Dieppa León.
Sentido texto lleno de cálidos significados,
ResponderEliminarun regalo leerte!
besos
.. Alejandro,querido Amigo, lejano pero que brindás tanto a través de este blog, no podemos escoger como morir...la parca nos puede sorprender cruzando la calle , un balcón que se desprende ..o rocas que caen en una playa!...pero sí podemos elegir cómo vivir. Qué la vida nos sorprenda en cada minuto ,como si fuera el último, en la mirada del amor que tenemos al lado, en los ojos del hijo que nos pregunta y nos mira.Un gran abrazo para vos , para Atteneri y Aridane
ResponderEliminarQueridas gotas de rocío:
ResponderEliminarFrescura y aliento me transmiten estas palabras, vuestras palabras.
Acertados razonamientos, Amiga Cecilia, de los cuales uno puede beber, meditar, y macerar para, si me lo permites, compartirlos, con gente sensible como vosotras: Como vos, como mi nueva gota de agua, MIA, en este árido desierto de la existencia humana.
Sí, uno no puede elegir, mi hermana pequeña, 27 años, toda una vida, hermosa por fuera y por dentro, no pudo hacerlo. Ella eligió viajar en el JK5022, pero no eligió marcharse ese 20 de agosto. Otros eligieron por ella, por 153 viajeros...
Gracias, una vez más, por vuestro cálido aliento positivista.
Hoy es un día feliz.