lunes, 15 de febrero de 2010

ALTRUISTAS: ÁNGELES ANÓNIMOS DEL BIEN.




















En el correr del espacio-tiempo, destello de un instante infinito, el ser humano ha recorrido, y aún recorre, un camino lleno de profundos abismos, obstáculos salvados por la constancia de nuestra genética, por la sinapsis de nuestra masa neuronal que estimula, entre otras cosas, el raciocinio para reforzar en cada altibajo en nuestro peregrinar, por los angostos trazos de nuestra existencia, la tibia semblanza que nos distingue del resto de los animales de nuestro querido, pero al mismo tiempo machacado planeta azul...


Bola de gases, agua, tierra y otros minerales donde hemos desarrollado roles con el explicito fin de relacionarnos entre nosotros de la mejor manera posible.


Figuras, si los comparamos con la geometría convencional, metamorfoseadas muchas de ellas en cuadrículas sin sentido ni rumbo fijo, mientras que otras, las menos, revestidas de un áureo círculo místico trascienden a otro plano, a otro estadio superior cultivando la buena esencia apartándose de las más que despreciables y peligrosas aristas carnales de ciertos polígonos deformes... Roles, simplemente, con los cuales expresamos estados de ánimo, carácter de nuestra personalidad y estilo de vida, este último enarbolando la emblemática ética o no...


Uno de estos fulgurantes círculos, de estos papeles escenificados en la vida, uno de estos roles, voluntario y meditado, sin duda, es el altruismo: “Palabra acuñada en pleno siglo XX por el filósofo y sociólogo francés Auguste Comte: “a partir de otra Italiana, altrui (´de o para otros´)””, el cual, desde el punto de vista filosófico, nos “describe una teoría de la conducta que consiste en desear el bien de los demás como último fin de todo acto humano” o humanista. Palabra que encuentra su antítesis en el egoísmo, en el egoísta, en esa persona vil, rastrera, despreciable y sin escrúpulos...

¡No les recuerda esto último a la eterna lucha entre el bien y el mal! Esa eterna dualidad vivida entre hedonistas, si nos ceñimos a la vieja escuela Griega, donde: Los epicúreos (hedonistas racionales) piensan que “el placer verdadero es alcanzable tan sólo por la razón” sentencia que comulga con el utilitarismo, o doctrina del hedonismo universal: “término acuñado entre los siglos XVIII y XIX por los filósofos británicos Jeremy Bentham, James Mill y John Stuart Mill”, que nos plantea el siguiente axioma, con el cual estoy plenamente de acuerdo, “el objetivo supremo de la acción moral es el logro de la mayor felicidad para el más amplio número de personas”, o expresado de otra forma: “el bien de la mayoría supera al de la minoría o al de uno solo” y añadiendo a lo dicho algo de mi cosecha, permítanme esta licencia,: “Si estas al lado de una puerta cerrada, porqué no la abres, para que el viento corra en libertad”; en definitiva hacer el bien, por simple placer de ver a otro semejante ser feliz sin esperar nada a cambio...


Mientras que los cirenaicos (hedonistas egoístas) alcanzan el placer por medio de la complacencia de sus caprichosos actos insolidarios e individualistas. O dicho de una forma más contundente, pero al mismo tiempo más grosera, y perdónenme por tal atrevimiento, que les importa una mierda como se sientan los demás siempre y cuando ellos/as consigan su fines, su placer... Tengan por seguro que llegados a este punto podría poner unos cuantos nombres y apellidos para ilustrar este texto como ejemplos explícitos, pero al intentar hacerlo se me atraganta la tinta y si insistiese solamente me saldría un negro borrón que mancharía el sentido positivista de este argumento más que lustrarlo, pues en el fondo sería dar cancha a estos/as “Cachanchanes” cuya ética brilla por su ausencia...


Por lo tanto, ahondemos, avancemos un tramo más en esta sinergia positivista con tres ejemplos de altruismo en distintos estadios. El primero dentro del mundo animal que nos rodea, forzado, el segundo en nuestro defectuoso sistema social a nivel mundial, voluntario, y el tercero, también voluntario, visualizado durante el desarrollo de un acto de poesía social...


Comencemos: Imaginemos un enjambre de abejas, lugar donde las obreras trabajan durante un cierto tiempo, tres semanas aproximadamente, para seguidamente revolotear por el exterior de la colmena en busca de alimento. Titánico esfuerzo realizado una y otra vez hasta agotar su energía vital y morir en solitario sin dejar descendencia, “altruismo forzado por la genética” no lo duden, pues no pueden reproducirse. Altruismo que les lleva además a defender la colonia, a cuidar de las crías y alimentar a la reina y a los zánganos. Trasladando esto al plano humano. Estos ángeles anónimos del bien sacarían la siguiente conclusión: “ya que estoy jodido porque no ayudar a mis semejantes en todo cuanto pueda antes de abandonar este mundo...” ¿y porqué?, para obtener placer haciendo el bien.


Situémonos, ahora, en Calcuta (denominada en la actualidad Kolkata), al este de la India, situada a orillas del río Hugli, cerca del golfo de Bengala. Ciudad superpoblada donde miles de personas viven hacinadas en los barrios bajos, con carencias sanitarias severas, tratando de sobrevivir a la enfermedad, al ostracismo no político, a la explotación de sus conciudadanos más adinerados... A este insalubre lugar llegó Agnes Gonxha Bojaxhiu (Madre Teresa), monja católica de etnia albanesa fundadora de la orden de las Misioneras de la Caridad, y tras impactar de frente con la autentica miseria prefirió dejar la paz del convento fundado y dedicar su vida al cuidado de los enfermos, no lo duden: Sin esperar reconocimiento, sin aspirar al premio Nobel de la paz, por amor al prójimo, por altruismo... Sirva este ejemplo de homenaje a los misioneros, católicos o no, que entregan su vida en favor del bien ajeno, aún a costa de su integridad física, sinceramente admiro a estas personas y aplaudo su valentía.


Y por último el acto poético, lugar... ¡Bueno, mejor será obviar detalles! Verán en el transcurso de este evento el cual se revestía de un manto ético, un alma cirenaica, ¡recuerdan!, hedonismo egoísta, se saltó el protocolo y dijo dos poemas en vez de uno como se tenía pactado, acto seguido y motivado por tal circunstancia, varios participantes siguieron el ejemplo, alargando el evento en demasía y justo cuando una de las poetas presentes pedía licencia al público y al conductor del acto, con mucha educación, cosa que no hicieron los otros, un señor se levantó, visiblemente cabreado, y se dedicó a sancionar verbalmente a la poeta. Pero he aquí que otra miembro asistente, MAPI, antigua presidenta del colectivo Isadora Duncan, se ofreció a ceder su turno a la peticionaria en un acto puramente altruista en el cual se inmoló, a conciencia, para que no se generase un conflicto de mayores dimensiones... Ejemplo a meditar aquellas personas que solamente quieren agarrar el micro con las dos manos para agasajar a su ego personal...


¡Bueno!, ha quedado claro con todo lo escrito que un altruista es un autentico ángel terrenal, un ser bueno, a pequeña o gran escala, o por lo menos lo intenta, y no un tonto/a, un idiota o un interesado/a... que comulga con esta sentencia extraída Libro de Tobías (Apócrifos): "y lo que odias no se lo hagas a nadie" o lo mismo, pero mejor expresado “en la regla de oro del confucianismo: “No hagas a los otros lo que no quieras que te hagan a ti mismo”", porque pensando en el bien ajeno, mientras se lleva a cabo una buena acción, también alcanzamos satisfacción, el placer de sembrar felicidad, de sentirla cerca, para rozar su sereno estadio...


Y una vez concluso este escrito me despido confirmando la presencia de estos ángeles de la bondad en distintos momentos de mi vida, de mi efímera existencia, a ellas/os, gracias por extender a mi paso un manto de pétalos de flores, sinceramente no sé si las merezco, manto que ha cubierto las espinas pisadas en mi camino de vida, espero no haberles defraudado hasta el día de hoy...

Alejandro Dieppa León.


Fotografía de mi álbum personal, Gran Canaria 2009.

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