Querido hijo…
A barco pirata oteado, castillo de cañones pertrechado y
preparado.
Medita.
Cuento corto: Un pirata frustrado.
El barco cortaba las olas del agitado tiempo: Meditando
la fórmula para ganar cuantas millas
náuticas pudiera a éste para llegar lo antes posible al destino elegido,
tratando de recomponerse por las anteriores derrotas sufridas en los puertos
donde desembarcó, macerando en el cuenco de la duda el fracaso y el acierto.
—Tierra… Tierra a la vista —gritó el marinero desde su
privilegiada posición.
Grito que sacudió al resto de tripulantes del barco menos
al capitán que quedó varado por la realidad cuando tras mirar por su catalejo
tratando de buscar un lugar por donde desembarcar en la codiciada isla de Gran
Canaria no pudo encontrar ninguna playa o cala donde hacerlo.
El pueblo llano, humilde, canario, había ganado, el
capitán Sir Francis Drake una vez más fue derrotado.
Columna:
Quisiera comenzar esta columna confesándoles. Sí,
confesándoles que yo he sido pirata y corsario hace muchos años; pero que
muchos, muchos, años.
Que sí… Se los juro... Iba a decir por San Snoopy; pero,
seguramente, al no ser muchos de ustedes devotos de este santo mejor se los
juraré por Santa Eulalia que es una santa a la cual me encomendé en mi juventud
para que me encontrara una mujer de recto proceder…
¿Pero…?
Oigan, oigan…
¿Pero qué ocurre?
No...
No…
No, no se rían de mí, por favor, ni me tilden ustedes de
loco, tengan piedad; pues su falta de fe y confianza en mi insólita confesión
es algo que merma mis ganas de seguir escribiendo. Recuerden que:
Juzgar a un reo es fácil cuando no se le ha dado tiempo a
explicarse.
¿Cómo?
¿Qué..? ¿Qué…?
Ah, sí, sí, que me explique entonces y cuanto antes
mejor… Tranquilos que seguido lo haré sin dejar de destilar cuantos matices
considere oportuno.
Como bien escribí al principio: “yo he sido pirata y corsario hace
muchos años”, pero antes de profundizar en este aspecto de mi vida
repasemos antes lo que, resumiendo, se dice de piratería, pirata y corsario;
pues lo creo muy relevante porque son términos que el común del vulgo emplea, muchas
veces, de manera incorrecta. Cito de Wiquipedia
y la RAE:
“Piratería: La piratería es una práctica de saqueo organizado o bandolerismo
marítimo, probablemente tan antigua como la navegación misma. Consiste en que
una embarcación privada o una estatal amotinada ataca a otra en aguas
internacionales o en lugares no sometidos a la jurisdicción de ningún Estado,
con el propósito de robar su carga, exigir rescate por los pasajeros,
convertirlos en esclavos y muchas veces apoderarse de la nave misma.
Pirata: Era la persona que
se dedica a la piratería. Persona que, junto con otras de igual condición, se
dedica al abordaje de barcos en el mar para robar. Persona cruel y despiadada.
Corsario: Era el nombre que se atribuía al que practicaba la guerra de corsos y
el término podía referirse tanto a los marinos como a los buques, ya sean de
las armadas o de particulares, quienes adquirían la condición militar en virtud
del permiso concedido por un gobierno en una carta de marca o patente de corso.
Los corsarios saboteaban el tráfico marítimo de las naciones enemigas de ese
gobierno, generalmente hundiendo sus naves y, en algunas ocasiones, saqueando o
secuestrando en sus puertos.”
Bueno si ustedes repasan y tamizan, de manera metódica,
los términos anteriormente expresados seguro que llegarán a la conclusión sustanciosa
de que el fin de un pirata y un corsario es el mismo en el fondo: La piratería;
pero el sentido de esta actividad es diferente para cada uno de ellos porque
mientras que el pirata piratea para su propio beneficio y el de sus hombres el
corsario piratea para el beneficio de su Rey o Reina, el de él mismo y el de
sus hombres.
Y una vez expuesta esta aclaración les diré cuándo y
hasta dónde fui pirata y corsario.
No, no se me adelanten… No fue en mi época de adulto...
Ni de joven… Ni dentro de un partido político esgrimiendo patente de corso para
en realidad trabajar para los intereses de mi partido en vez de para el del estado.
Ni dentro de un banco llevando a cabo algún acto de piratería
institucionalizada por las leyes. Ni trabajando para ningún patrón que tuviese
un parche en uno de sus ojos, una pata de palo y un loro parlanchín sobre uno
de sus hombros, que haberlos haylos. Es algo más sencillo que todo lo
anteriormente expuesto; pues fue en mis años de niñez, entre siete y diez años,
en compañía de mi amigo de la infancia “Minguín” –Descanse en paz–, esgrimiendo espadas de madera, hechas por mi padre, y
pistolas del mismo material que al clavar dos clavos en la punta y un elástico
a ellos y una traba de la ropa de madera en el otro extremo –similar a las tiraderas– disparaba proyectiles de metal o piedra.
¡Qué tiempos!
Y siempre fuimos piratas, clásicos, europeos, no tengan
la menor duda de ello, no malayos, ni chinos, ni árabes: Unas veces ingleses,
otras franceses –en esta ocasión venía
influenciado por saber que tenía una cierta parte de ascendencia francesa
(Dieppa = Dieppe y Martel)– y las menos españolas, pido perdón por ello a
mis sorprendidos compatriotas; pero la influencia de los que hacían las
películas –Americanos en su mayoría–
marcaban mucho la elección de bandera. Hasta que llegó a nuestras nuevas
televisiones las películas de Errol Flynn que nos hizo pasar de
piratas a corsarios; pues a partir de ese entonces adquirimos una ventajosa
patente de corso expedida por un Rey imaginario, de un reino imaginario, y
desde ese día navegamos, con juegos de sano corte, dentro del Tritón, gran barco
lleno de cañones y ligero como el viento. Barco con el cual abordábamos a otros
barcos matando en cada abordaje nada más que a los malos y no haciendo ni esclavos,
ni prisioneros, y guardando los tesoros obtenidos en una gran roca que había en
el centro del trozo de tierra que había entre dos bloques de casas obreras.
Roca que nos hacía de idílica isla imaginaria e isla donde siempre terminábamos
casándonos con mujeres de anchas caderas, de pechos grandes y de hermosos
rostros –espero ninguna fémina se enfade
por ello; pero los gustos son los gustos–.
Como pueden comprobar no les mentí y tampoco les miento
si les digo que he escrito las anteriores líneas inspirado por el acto
cultural, nunca visto en Gran Canaria y a patentar dentro de ella, tengan
autoridades a bien considerarlo, que tuvo lugar este pasado sábado,
día 29
de septiembre, en el afamado Castillo de la Luz que regenta la FundaciónMartín Chirino, y que fue magistralmente organizado, interpretado y
escenificado por el grupo cultural y etnográfico, debemos dar lustre a este último
aspecto de su condición no tan mentado porque su trabajo de documentación expresado
en sus resultados escénicos hablan por sí solo: Salsipuedes.
Acto al cual llegué a eso de las ocho treinta de la
noche, acentuando el paso distendido; pues teníamos, mi esposa y yo, fijada la
hora para las nueve treinta, y nos sentamos, a la espera de nuestro turno, en
un banco vacío a paladear el sosiego, a deleitarnos en los andares del más que
numeroso público que, en perfecto orden, esperaban al lado de las puertas metálicas
de entrada al acto y hasta sentir los cálidos trazos de ternura exhalados por
los correteos infantiles de los niños que tan sabiamente habían llevado al acto
sus padres. Así pasaron los minutos hasta que llegó a nuestro puerto, el banco
donde estábamos sentados, un hombre y su esposa que buscaban asiento, puerto,
por su reciente accidente en la pierna derecha, en el que atracó para reponer
fuerzas. Matrimonio que saludó, minutos más tarde, a un grupo de personas que
venían acompañadas de un sol pequeñito dentro de un carro. Grupo de almas
sinceras con el cual entablamos una más que amena charla, además de comprobar
que una de ellas era la madre de una de las componentes de Salsipuedes, María
José González. Una actriz en toda regla que junto a sus compañeros de grupo,
también actores y actrices, consiguen que nos aislemos del mundo cotidiano, de
nuestras penas y padecimientos durante el tiempo que dura cada actuación. Amena
conversación que finalizó al llegar su hora de entrada, justo en el preciso
momento en el que también llegaban a nuestra altura: Lou, Enmundo, su esposa y
dos amigos que también tenían hora para las nueve y media como nosotros.
¡Qué grata coincidencia!
Encuentro que se amenizó con una distendida charla sobre
el mundo cultural, justo hasta que se abrió la puerta de entrada y se escuchó
la potente voz de quien ayudaba a recoger los tiques que sin sonrojarse voceó:
—A ver todos los de las nueve treinta que hagan fila.
Y en perfecto orden, silencio y educación, el grupo de
treinta personas al cual pertenecíamos, entramos en aquella invitación a viajar
en el espacio-tiempo.
Un viaje a la época de los piratas Sir Francis Drake, JonhHawkins “apodado en las islas canarias como “Aquines””, y BartoloméCairasco de Figueroa.
Entorno físico donde nos recibió un canario, José
Gilberto Moreno, que nos explicó, a modo de docto ágape, en qué contexto
histórico nos moveríamos por los distintos escenarios, siete si contamos el del
prefacio exhalado por Moreno, siempre ataviado de una melosa sencillez oral, sereno
movimiento corporal y habitual picardía humorística para matizarnos los
aspectos que consideraba de interés.
Una historia argumental que comenzó su primer acto con la
auto presentación de quien sería nuestro guía, Bartolomé Cairasco de Figueroa,
en el recorrido por todos y cada uno de los cuidados escenarios propuestos para
representar dicha función teatral o más que función teatral, sublime forma de
contar nuestra historia, en el cual los treinta espectadores de ese grupo
tuvimos la oportunidad de degustarlos en primera línea.
Un primer acto donde se escenificó una conversación,
entremedias de las gráciles voces de dos narradoras, a los pies de una carpa
ricamente decorada con detalles de la época, entre los dos piratas ya mentados.
Acto teatral que tuvo distintos momentos de choque de espadas; pues Hawkins
y Drake, curiosamente parecidos a los retratos de estas dos
figuras históricas, no se ponían de acuerdo en sus planteamientos de saqueo y
organización. Choque de espadas y verbal que me retrotrajo a los que tuve yo en
su momento en los infantiles juegos con mi amigo “Minguin”.
Un acto que
finalizó con la recitación de los siguientes versos recitados por Cairascode Figueroa:
Cuando la aurora,
frígida, del albergue británico
sale ilustrando el medio
globo esférico
llegó la armada, rígida,
del poder británico
cual baja con furor rayo
colérico.
Tras dejar atrás el escenario ya mentado bajamos por un
largo pasillo hacia una habitación, la cual se nos mostró de clara impregnación
isabelina en sus detalles, dentro de la cual nos esperaba una bella doncella,
pintora de cuadros para más señas, la cual esperó a que todos ocupáramos
nuestros asientos para dar comienzo a su narración que al punto de su
finalización, justo cuando desvelaba a quien estaba pintando, aparecieron en
escena tres personajes: La reina Isabel I, permítanme el inciso, tan
acertadamente caracterizada que creí estar en presencia de la mismísima Reina,
una doncella y Sir Thomas Basquetball cuya interpretación compitió en originalidad
y trazo con el de todos los componentes de este cuadro parlante.
Un acto que finalizó, nuevamente, con la recitación de
los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:
Aquella reina herética
que a la hermandad
católica
heredó la real isla
cismática,
orgullosa y frenética,
contra la fe apostólica
mandó al dragón de la
región acuática.
Después de salir de la sala, dando claras señales
visuales a los actores de su magnífica interpretación, atravesamos el amplio
patio que nos separaba de la puerta de entrada al Castillo de la Luz,
castillo que recomiendo ver y degustar a solas, y una vez atravesada su puerta,
tras dar el saludo de rigor al educado personal del museo, entramos en la sala
principal del castillo lugar donde nos aguardaban cinco personajes: Dos mujeres
y tres hombres. Las primeras del común del vulgo y los terceros pertenecientes
al gobierno de la isla: El Gobernador Don Alonso de Alvarado, el Alcalde Antonio Pamochamoso y el Gerente de la Audiencia. Cuyo dialogo, ameno y bien entrelazado, supo
marcar los tiempos y los espacios.
Un acto que finalizó, una vez más y gratamente, con la recitación
de los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:
La nobleza magnífica de
uno y otro capítulo:
La audiencia, el gran
caudillo eclesiástico,
la inquisición
clarífica, los del sagrado título,
sin acentuar frailesco,
ni monástico, el estado escolástico:
Oradores, teólogos,
filósofos y astrónomos
con instrumentos bélicos
anónimos
de repente solícitos
siguen y de Alvarado…
Y una vez finalizada la amena escenificación salimos del
castillo, giramos a la izquierda, y lo primero con lo que nos topamos es con un
hombre de armas montado a caballo, detalladamente vestido el equino y el humano,
el cual se apartó para que pudiésemos pasar a tomar asiento de espaldas a una
de las paredes del Castillo de la Luz.
Ya sentados me recreé en aquella variopinta estampa de
mujeres y hombres que representaban al común del pueblo de aquella época, gesto
escénico, distintivo, que lleva en las venas el grupo Salsipuedes, en sus
discretos toques escénicos –destacando
por representatividad el de la narradora de principio de acto, el del joven que
jugaba a ser Doramas y el del que leyó el bando–, en sus escogidos ropajes,
en sus nítidas miradas cómplices con el público y sus compañeros y en su
compromiso irrefutable –pues participan
por mero amor al arte– con la obra en sí misma y con la historia aún más.
Actitud vital que eleva el acto del calificativo de humilde al de ejemplar.
Una puesta en escena que nos hablaba, demás, de la cotidianeidad y hasta, con
mucha sutileza, de que aún en aquella época quedaban personas que no se habían
desvestido del todo del indigenismo. Una escenificación que se agitó cuando el
toque de campana llamando arrebato puso en pie al pueblo entero para defenderse
del más que inminente ataque de Drake.
Un acto que finalizó, por cuarta vez, con la recitación
de los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:
Al punto que el alba
bella por el horizonte sale
hizo farol la atalaya
del castillo un trueno parte
luego vieron los
expertos que la ocasión era grave
por ser aquella la hora
de los belicosos transes
y toda duda de presto,
un desengaño espantable,
que fue asomar por los
roques treinta poderosas naves.
Después de volver a señalizar lo contentos que estábamos,
regalando a granel besos bolados y aplausos a las actrices y actores, con lo representado
además se escuchó añadir, alguna que otra vez, que “nos había sabido a poco” todo esto mientras nos levantamos y
obedientes seguimos el camino indicado hasta doblar la esquina del castillo momento
en el cual quedamos impactados con el despliegue de unas barricadas, que de
espaldas al castillo, dibujaban la más que probable defensa de la isla ese
emblemático seis de octubre de 1595, fecha que a mí me toca muy de cerca, no en
el año, sino en el mes y en el día, pues es mi cumpleaños. Escenificación que
después de la introducción de una narradora que nos puso en antecedentes
reprodujo, con tiros de arcabuces y flechas incluidas en medio de unas sonoras
descargas de tracas, el rechazo realizado al desembarco que había planeado el
pirata Drake. Una estrategia seguida muchos años antes, si no me falla mi más
que cansada memoria, por el genocida Juan Rejón cuando una expedición de
portugueses, confabulada con los indígenas, intentó el desembarco con
intenciones de ganar la isla para el reino de Portugal, pero ésta fue rechazada
a pie de playa.
Un acto que finalizó, por quinta y última vez, con la
recitación de los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:
Que de noventa y cinco se contaba y de octubre los seis.
En aquel día la valerosa gente de canarias
mostró el gallardo brío de su pecho
haciendo ultraje y burla de una armada
que en todo el mar y océano dio cuidado.
Se arrepintieron de ello y finalmente
fueron con tal mal pie y perdidos bríos
que apuntando después a Puerto Rico
se les dio a los restante presta paga,
digna de su soberbia y arrogancia,
por trocar la ley de Cristo.
Entre comentarios positivos, caminamos hacia la salida,
pensando que este era el fin de todo aquel despliegue logístico de Salsipuedes;
pero no fue así pues todavía quedaba un pedacito más de compromiso con el
espectador, de gesto educado, la despedida. Un gesto llevado a cabo por dos
componentes del grupo que a su finalización se les regaló lo mismo que los
participantes de la obra habían sembrado en nosotros. Agradecimientos por la
buena puesta en escena, agradecimientos por sacar a la luz partes de nuestra historia
que no son tan conocidas y que si lo son se manipulan e interpretan a favor de
intereses no ajustados a la cronología histórica.
Gracias Salsipuedes porque a partir de este día, cada vez
que celebre mi cumpleaños, también celebraré este triunfo de nuestra tierra
pues tener la suerte de no dejar pisar nuestras costas a aquellos que vienen
con intenciones invasoras y de aculturación no es tarea fácil en un estado de
derecho.
Pedir disculpas por no aportar foto del acto, pero tengo
que ser fiel y respetuoso con las normas que rigen para todos aquellos que
participamos del evento en calidad de público.
Autoridades competentes, del partido político que sea, en
vuestro tejado queda esta propuesta del Grupo Cultural y Etnográfico, aruquense,
Salsipuedes. Si no queréis daros cuenta de la proyección de esta propuesta es
que estáis ciegos y solo os guía el rédito que podáis sacar. En fin, que de
ustedes depende el patrocinar esta propuesta con todo lo que esté a vuestro
alcance y convertirlo en un referente cultural dentro y fuera de la isla.
Enlace a consultar para ver vídeos:
https://www.laprovincia.es/las-palmas/2018/09/30/drake-pierde-luz/1102364.html
Enlace a consultar para ver vídeos:
https://www.laprovincia.es/las-palmas/2018/09/30/drake-pierde-luz/1102364.html
Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
por un mundo más justo.
Frase y
cuento de mi serie: Meditando en un templo Shaolín.
Fotomontaje
de mi álbum personal.
Vaya evento tan interesante que me perdí, sin duda una pedazo de nuestra historia que vale la pena recordar. He buscado fotos del evento por internet, tus comentarios me hicieron querer ver como mis ojos como fue, y no por falta de descripción, todo lo contrario, si no por añadir más información a la ya desplegada por ti. Aquí lo comparto:
ResponderEliminarhttps://www.google.co.uk/amp/s/amp.laprovincia.es/las-palmas/2018/09/30/drake-pierde-luz/1102364.html
Hay un pequeño vídeo publicado por La Provincia.
Curiosamente yo viví hasta hace nada en Poole, Inglaterra. Pueblo de piratas, pueblo que fue atacado varias veces por Españoles y Francés y que una vez fue quemado por Españoles. Historia muy interesante en tiempos donde el reino de España gobernaba los mares de medio mundo.
En fin Alejandro, a seguir disfrutando de eventos culturales como éste y espero sigas compartiendo con nosotros.
Un abrazo, Nacho.
Ignatiuss, primero perdona la tardanza en contestar y darte las gracias, seguido decirte que me alegra me aportes el enlace del periodico La Provincia que según termine de escribirte insertaré en mi colummna.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo fraternal.