lunes, 1 de octubre de 2018

FRASE, CUENTO Y COLUMNA: SALSIPUEDES HACE TRONAR LOS CAÑONES DE LA HISTORIA EN EL CASTILLO DE LA LUZ ANTE EL ATAQUE DE SIR FRANCIS DRAKE.


Querido hijo…

A barco pirata oteado, castillo de cañones pertrechado y preparado.

Medita.

Cuento corto: Un pirata frustrado.

El barco cortaba las olas del agitado tiempo: Meditando la fórmula para ganar  cuantas millas náuticas pudiera a éste para llegar lo antes posible al destino elegido, tratando de recomponerse por las anteriores derrotas sufridas en los puertos donde desembarcó, macerando en el cuenco de la duda el fracaso y el acierto.

—Tierra… Tierra a la vista —gritó el marinero desde su privilegiada posición.
Grito que sacudió al resto de tripulantes del barco menos al capitán que quedó varado por la realidad cuando tras mirar por su catalejo tratando de buscar un lugar por donde desembarcar en la codiciada isla de Gran Canaria no pudo encontrar ninguna playa o cala donde hacerlo.

El pueblo llano, humilde, canario, había ganado, el capitán Sir Francis Drake una vez más fue derrotado.

Columna:

Quisiera comenzar esta columna confesándoles. Sí, confesándoles que yo he sido pirata y corsario hace muchos años; pero que muchos, muchos, años.

Que sí… Se los juro... Iba a decir por San Snoopy; pero, seguramente, al no ser muchos de ustedes devotos de este santo mejor se los juraré por Santa Eulalia que es una santa a la cual me encomendé en mi juventud para que me encontrara una mujer de recto proceder…

¿Pero…?

Oigan, oigan…

¿Pero qué ocurre?

No...

No…

No, no se rían de mí, por favor, ni me tilden ustedes de loco, tengan piedad; pues su falta de fe y confianza en mi insólita confesión es algo que merma mis ganas de seguir escribiendo. Recuerden que:

Juzgar a un reo es fácil cuando no se le ha dado tiempo a explicarse.

¿Cómo?

¿Qué..?   ¿Qué…?

Ah, sí, sí, que me explique entonces y cuanto antes mejor… Tranquilos que seguido lo haré sin dejar de destilar cuantos matices considere oportuno.

Como bien escribí al principio: “yo he sido pirata y corsario hace muchos años”, pero antes de profundizar en este aspecto de mi vida repasemos antes lo que, resumiendo, se dice de piratería, pirata y corsario; pues lo creo muy relevante porque son términos que el común del vulgo emplea, muchas veces, de manera incorrecta. Cito de Wiquipedia y la RAE:

“Piratería: La piratería es una práctica de saqueo organizado o bandolerismo marítimo, probablemente tan antigua como la navegación misma. Consiste en que una embarcación privada o una estatal amotinada ataca a otra en aguas internacionales o en lugares no sometidos a la jurisdicción de ningún Estado, con el propósito de robar su carga, exigir rescate por los pasajeros, convertirlos en esclavos y muchas veces apoderarse de la nave misma.
Pirata: Era la persona que se dedica a la piratería. Persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar. Persona cruel y despiadada.
Corsario: Era el nombre que se atribuía al que practicaba la guerra de corsos y el término podía referirse tanto a los marinos como a los buques, ya sean de las armadas o de particulares, quienes adquirían la condición militar en virtud del permiso concedido por un gobierno en una carta de marca o patente de corso. Los corsarios saboteaban el tráfico marítimo de las naciones enemigas de ese gobierno, generalmente hundiendo sus naves y, en algunas ocasiones, saqueando o secuestrando en sus puertos.

Bueno si ustedes repasan y tamizan, de manera metódica, los términos anteriormente expresados seguro que llegarán a la conclusión sustanciosa de que el fin de un pirata y un corsario es el mismo en el fondo: La piratería; pero el sentido de esta actividad es diferente para cada uno de ellos porque mientras que el pirata piratea para su propio beneficio y el de sus hombres el corsario piratea para el beneficio de su Rey o Reina, el de él mismo y el de sus hombres.

Y una vez expuesta esta aclaración les diré cuándo y hasta dónde fui pirata y corsario.

No, no se me adelanten… No fue en mi época de adulto... Ni de joven… Ni dentro de un partido político esgrimiendo patente de corso para en realidad trabajar para los intereses de mi partido en vez de para el del estado. Ni dentro de un banco llevando a cabo algún acto de piratería institucionalizada por las leyes. Ni trabajando para ningún patrón que tuviese un parche en uno de sus ojos, una pata de palo y un loro parlanchín sobre uno de sus hombros, que haberlos haylos. Es algo más sencillo que todo lo anteriormente expuesto; pues fue en mis años de niñez, entre siete y diez años, en compañía de mi amigo de la infancia “Minguín” –Descanse en paz–, esgrimiendo espadas de madera, hechas por mi padre, y pistolas del mismo material que al clavar dos clavos en la punta y un elástico a ellos y una traba de la ropa de madera en el otro extremo –similar a las tiraderas– disparaba proyectiles de metal o piedra.

¡Qué tiempos!

Y siempre fuimos piratas, clásicos, europeos, no tengan la menor duda de ello, no malayos, ni chinos, ni árabes: Unas veces ingleses, otras franceses –en esta ocasión venía influenciado por saber que tenía una cierta parte de ascendencia francesa (Dieppa = Dieppe  y Martel)– y las menos españolas, pido perdón por ello a mis sorprendidos compatriotas; pero la influencia de los que hacían las películas –Americanos en su mayoría– marcaban mucho la elección de bandera. Hasta que llegó a nuestras nuevas televisiones las películas de Errol Flynn que nos hizo pasar de piratas a corsarios; pues a partir de ese entonces adquirimos una ventajosa patente de corso expedida por un Rey imaginario, de un reino imaginario, y desde ese día navegamos, con juegos de sano corte, dentro del Tritón, gran barco lleno de cañones y ligero como el viento. Barco con el cual abordábamos a otros barcos matando en cada abordaje nada más que a los malos y no haciendo ni esclavos, ni prisioneros, y guardando los tesoros obtenidos en una gran roca que había en el centro del trozo de tierra que había entre dos bloques de casas obreras. Roca que nos hacía de idílica isla imaginaria e isla donde siempre terminábamos casándonos con mujeres de anchas caderas, de pechos grandes y de hermosos rostros –espero ninguna fémina se enfade por ello; pero los gustos son los gustos–.

Como pueden comprobar no les mentí y tampoco les miento si les digo que he escrito las anteriores líneas inspirado por el acto cultural, nunca visto en Gran Canaria y a patentar dentro de ella, tengan autoridades a bien considerarlo, que tuvo lugar este pasado sábado, día 29 de septiembre, en el afamado Castillo de la Luz que regenta la FundaciónMartín Chirino, y que fue magistralmente organizado, interpretado y escenificado por el grupo cultural y etnográfico, debemos dar lustre a este último aspecto de su condición no tan mentado porque su trabajo de documentación expresado en sus resultados escénicos hablan por sí solo: Salsipuedes.

Acto al cual llegué a eso de las ocho treinta de la noche, acentuando el paso distendido; pues teníamos, mi esposa y yo, fijada la hora para las nueve treinta, y nos sentamos, a la espera de nuestro turno, en un banco vacío a paladear el sosiego, a deleitarnos en los andares del más que numeroso público que, en perfecto orden, esperaban al lado de las puertas metálicas de entrada al acto y hasta sentir los cálidos trazos de ternura exhalados por los correteos infantiles de los niños que tan sabiamente habían llevado al acto sus padres. Así pasaron los minutos hasta que llegó a nuestro puerto, el banco donde estábamos sentados, un hombre y su esposa que buscaban asiento, puerto, por su reciente accidente en la pierna derecha, en el que atracó para reponer fuerzas. Matrimonio que saludó, minutos más tarde, a un grupo de personas que venían acompañadas de un sol pequeñito dentro de un carro. Grupo de almas sinceras con el cual entablamos una más que amena charla, además de comprobar que una de ellas era la madre de una de las componentes de Salsipuedes, María José González. Una actriz en toda regla que junto a sus compañeros de grupo, también actores y actrices, consiguen que nos aislemos del mundo cotidiano, de nuestras penas y padecimientos durante el tiempo que dura cada actuación. Amena conversación que finalizó al llegar su hora de entrada, justo en el preciso momento en el que también llegaban a nuestra altura: Lou, Enmundo, su esposa y dos amigos que también tenían hora para las nueve y media como nosotros.

¡Qué grata coincidencia!

Encuentro que se amenizó con una distendida charla sobre el mundo cultural, justo hasta que se abrió la puerta de entrada y se escuchó la potente voz de quien ayudaba a recoger los tiques que sin sonrojarse voceó:

—A ver todos los de las nueve treinta que hagan fila.

Y en perfecto orden, silencio y educación, el grupo de treinta personas al cual pertenecíamos, entramos en aquella invitación a viajar en el espacio-tiempo.

Un viaje a la época de los piratas Sir Francis Drake, JonhHawkins “apodado en las islas canarias como “Aquines””, y BartoloméCairasco de Figueroa.

Entorno físico donde nos recibió un canario, José Gilberto Moreno, que nos explicó, a modo de docto ágape, en qué contexto histórico nos moveríamos por los distintos escenarios, siete si contamos el del prefacio exhalado por Moreno, siempre ataviado de una melosa sencillez oral, sereno movimiento corporal y habitual picardía humorística para matizarnos los aspectos que consideraba de interés.

Una historia argumental que comenzó su primer acto con la auto presentación de quien sería nuestro guía, Bartolomé Cairasco de Figueroa, en el recorrido por todos y cada uno de los cuidados escenarios propuestos para representar dicha función teatral o más que función teatral, sublime forma de contar nuestra historia, en el cual los treinta espectadores de ese grupo tuvimos la oportunidad de degustarlos en primera línea.

Un primer acto donde se escenificó una conversación, entremedias de las gráciles voces de dos narradoras, a los pies de una carpa ricamente decorada con detalles de la época, entre los dos piratas ya mentados. Acto teatral que tuvo distintos momentos de choque de espadas; pues Hawkins y Drake, curiosamente parecidos a los retratos de estas dos figuras históricas, no se ponían de acuerdo en sus planteamientos de saqueo y organización. Choque de espadas y verbal que me retrotrajo a los que tuve yo en su momento en los infantiles juegos con mi amigo “Minguin”. 

Un acto que finalizó con la recitación de los siguientes versos recitados por Cairascode Figueroa:

Cuando la aurora, frígida, del albergue británico
sale ilustrando el medio globo esférico
llegó la armada, rígida, del poder británico
cual baja con furor rayo colérico.

Tras dejar atrás el escenario ya mentado bajamos por un largo pasillo hacia una habitación, la cual se nos mostró de clara impregnación isabelina en sus detalles, dentro de la cual nos esperaba una bella doncella, pintora de cuadros para más señas, la cual esperó a que todos ocupáramos nuestros asientos para dar comienzo a su narración que al punto de su finalización, justo cuando desvelaba a quien estaba pintando, aparecieron en escena tres personajes: La reina Isabel I, permítanme el inciso, tan acertadamente caracterizada que creí estar en presencia de la mismísima Reina, una doncella y Sir Thomas Basquetball cuya interpretación compitió en originalidad y trazo con el de todos los componentes de este cuadro parlante.

Un acto que finalizó, nuevamente, con la recitación de los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:

Aquella reina herética
que a la hermandad católica
heredó la real isla cismática,
orgullosa y frenética,
contra la fe apostólica
mandó al dragón de la región acuática.



Después de salir de la sala, dando claras señales visuales a los actores de su magnífica interpretación, atravesamos el amplio patio que nos separaba de la puerta de entrada al Castillo de la Luz, castillo que recomiendo ver y degustar a solas, y una vez atravesada su puerta, tras dar el saludo de rigor al educado personal del museo, entramos en la sala principal del castillo lugar donde nos aguardaban cinco personajes: Dos mujeres y tres hombres. Las primeras del común del vulgo y los terceros pertenecientes al gobierno de la isla: El Gobernador Don Alonso de Alvarado, el Alcalde Antonio Pamochamoso y el Gerente de la Audiencia. Cuyo dialogo, ameno y bien entrelazado, supo marcar los tiempos y los espacios.

Un acto que finalizó, una vez más y gratamente, con la recitación de los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:

La nobleza magnífica de uno y otro capítulo:
La audiencia, el gran caudillo eclesiástico,
la inquisición clarífica, los del sagrado título,
sin acentuar frailesco, ni monástico, el estado escolástico:
Oradores, teólogos, filósofos y astrónomos
con instrumentos bélicos anónimos
de repente solícitos siguen y de Alvarado…

Y una vez finalizada la amena escenificación salimos del castillo, giramos a la izquierda, y lo primero con lo que nos topamos es con un hombre de armas montado a caballo, detalladamente vestido el equino y el humano, el cual se apartó para que pudiésemos pasar a tomar asiento de espaldas a una de las paredes del Castillo de la Luz.

Ya sentados me recreé en aquella variopinta estampa de mujeres y hombres que representaban al común del pueblo de aquella época, gesto escénico, distintivo, que lleva en las venas el grupo Salsipuedes, en sus discretos toques escénicos –destacando por representatividad el de la narradora de principio de acto, el del joven que jugaba a ser Doramas y el del que leyó el bando–, en sus escogidos ropajes, en sus nítidas miradas cómplices con el público y sus compañeros y en su compromiso irrefutable –pues participan por mero amor al arte– con la obra en sí misma y con la historia aún más. Actitud vital que eleva el acto del calificativo de humilde al de ejemplar. Una puesta en escena que nos hablaba, demás, de la cotidianeidad y hasta, con mucha sutileza, de que aún en aquella época quedaban personas que no se habían desvestido del todo del indigenismo. Una escenificación que se agitó cuando el toque de campana llamando arrebato puso en pie al pueblo entero para defenderse del más que inminente ataque de Drake.

Un acto que finalizó, por cuarta vez, con la recitación de los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:

Al punto que el alba bella por el horizonte sale
hizo farol la atalaya del castillo un trueno parte
luego vieron los expertos que la ocasión era grave
por ser aquella la hora de los belicosos transes
y toda duda de presto, un desengaño espantable,
que fue asomar por los roques treinta poderosas naves.

Después de volver a señalizar lo contentos que estábamos, regalando a granel besos bolados y aplausos a las actrices y actores, con lo representado además se escuchó añadir, alguna que otra vez, que “nos había sabido a poco” todo esto mientras nos levantamos y obedientes seguimos el camino indicado hasta doblar la esquina del castillo momento en el cual quedamos impactados con el despliegue de unas barricadas, que de espaldas al castillo, dibujaban la más que probable defensa de la isla ese emblemático seis de octubre de 1595, fecha que a mí me toca muy de cerca, no en el año, sino en el mes y en el día, pues es mi cumpleaños. Escenificación que después de la introducción de una narradora que nos puso en antecedentes reprodujo, con tiros de arcabuces y flechas incluidas en medio de unas sonoras descargas de tracas, el rechazo realizado al desembarco que había planeado el pirata Drake. Una estrategia seguida muchos años antes, si no me falla mi más que cansada memoria, por el genocida Juan Rejón cuando una expedición de portugueses, confabulada con los indígenas, intentó el desembarco con intenciones de ganar la isla para el reino de Portugal, pero ésta fue rechazada a pie de playa.

Un acto que finalizó, por quinta y última vez, con la recitación de los siguientes versos recitados por Cairasco de Figueroa:

Que de noventa y cinco se contaba y de octubre los seis.
En aquel día la valerosa gente de canarias
mostró el gallardo brío de su pecho
haciendo ultraje y burla de una armada
que en todo el mar y océano dio cuidado.
Se arrepintieron de ello y finalmente
fueron con tal mal pie y perdidos bríos
que apuntando después a Puerto Rico
se les dio a los restante presta paga,
digna de su soberbia y arrogancia,
por trocar la ley de Cristo.

Entre comentarios positivos, caminamos hacia la salida, pensando que este era el fin de todo aquel despliegue logístico de Salsipuedes; pero no fue así pues todavía quedaba un pedacito más de compromiso con el espectador, de gesto educado, la despedida. Un gesto llevado a cabo por dos componentes del grupo que a su finalización se les regaló lo mismo que los participantes de la obra habían sembrado en nosotros. Agradecimientos por la buena puesta en escena, agradecimientos por sacar a la luz partes de nuestra historia que no son tan conocidas y que si lo son se manipulan e interpretan a favor de intereses no ajustados a la cronología histórica.

Gracias Salsipuedes porque a partir de este día, cada vez que celebre mi cumpleaños, también celebraré este triunfo de nuestra tierra pues tener la suerte de no dejar pisar nuestras costas a aquellos que vienen con intenciones invasoras y de aculturación no es tarea fácil en un estado de derecho.

Pedir disculpas por no aportar foto del acto, pero tengo que ser fiel y respetuoso con las normas que rigen para todos aquellos que participamos del evento en calidad de público.

Autoridades competentes, del partido político que sea, en vuestro tejado queda esta propuesta del Grupo Cultural y Etnográfico, aruquense, Salsipuedes. Si no queréis daros cuenta de la proyección de esta propuesta es que estáis ciegos y solo os guía el rédito que podáis sacar. En fin, que de ustedes depende el patrocinar esta propuesta con todo lo que esté a vuestro alcance y convertirlo en un referente cultural dentro y fuera de la isla.

Enlace a consultar para ver vídeos:
https://www.laprovincia.es/las-palmas/2018/09/30/drake-pierde-luz/1102364.html










Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
por un mundo más justo.

Frase y cuento de mi serie: Meditando en un templo Shaolín.
Fotomontaje de mi álbum personal.

2 comentarios:

  1. Vaya evento tan interesante que me perdí, sin duda una pedazo de nuestra historia que vale la pena recordar. He buscado fotos del evento por internet, tus comentarios me hicieron querer ver como mis ojos como fue, y no por falta de descripción, todo lo contrario, si no por añadir más información a la ya desplegada por ti. Aquí lo comparto:
    https://www.google.co.uk/amp/s/amp.laprovincia.es/las-palmas/2018/09/30/drake-pierde-luz/1102364.html

    Hay un pequeño vídeo publicado por La Provincia.

    Curiosamente yo viví hasta hace nada en Poole, Inglaterra. Pueblo de piratas, pueblo que fue atacado varias veces por Españoles y Francés y que una vez fue quemado por Españoles. Historia muy interesante en tiempos donde el reino de España gobernaba los mares de medio mundo.

    En fin Alejandro, a seguir disfrutando de eventos culturales como éste y espero sigas compartiendo con nosotros.

    Un abrazo, Nacho.

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  2. Ignatiuss, primero perdona la tardanza en contestar y darte las gracias, seguido decirte que me alegra me aportes el enlace del periodico La Provincia que según termine de escribirte insertaré en mi colummna.
    Un fuerte abrazo fraternal.

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