Seguramente alguna persona de bien, puede ser usted mismo
querido lector o lectora, que ha sentido la sana curiosidad de comenzar a leer
esta columna, y por lo que me toca en suerte le doy de antemano las fraternales
gracias, se plantease, alguna vez en su vida, ante el inesperado conocimiento
de una tragedia, presente o pasada, ya sea a través de un medio de comunicación
como lo puede ser la prensa escrita, radio, televisión o internet o siguiendo
la senda boca oído que tan bien ha funcionado en la humanidad durante milenios:
¿Qué hubiera sido de sus familiares si usted
hubiera perecido en esa hipotética tragedia solo o junto a otros miembros de su
familia?
Dura sacudida para el sereno meditar de su masa neuronal
plantearle tal duda llena de más oscuros que claros, si bien lo sabré yo, y
tras lo dicho le pido preocupadas disculpas por ponerle en esta árida tesitura;
pero nadie
que no se sacuda de vez en cuando la cabeza no es capaz de quitarse el polvo de
su testa le subrayo estimado lector o lectora para que medite sobre
ello como mismo podría haberlo subrayado en una de mis múltiples frases
dedicadas a mi hijo en la serie –Meditando
en un templo shaolín– que le llevo escribiendo desde hace muchos años. Más
en esta ocasión se la enhebro, a esta frase en concreto me refiero, en su
pensamiento para que la tenga como reflexión de cabecera y para que la emplee
cuando el tempo que rige la inercia dicotómica de su existencia y relaciones
humanas la reclame para, haciendo un buen uso de ella, dar sentido y solución y
hasta arquitectónica coherencia a una de sus múltiples realidades o
circunstancias vitales que le pudiera haber tocado en suerte lidiar.
Dura sacudida neuronal, me repito, que, en lo referido al
Valbanera, en mi caso empezó a mascullar la duda de si referirme a lo que
sucedió con su travesía, el pretérito 07 de septiembre de 1919 en Cuba, como lo
que fue: Un inesperado naufragio, pero verán ustedes naufragios hay
muchos que tienen distintos finales, unos malos y otros menos malos; pero éste en
concreto se viste de un negro vacío por su propia idiosincrasia, o siguiendo la
inercia de mi meditado planteamiento referirme a lo sucedido con el Valbanera
como una tragedia; pero en este caso, como en el anterior, se me antoja corto,
cojo, menguado, el calificativo por eso a partir de este punto me referiré a lo
sucedido con el barco como naufragio-tragedia puesto que aunque
todo naufragio es en sí mismo una tragedia, esto cae por su propio peso, ésta,
en concreto, se atraganta más que otras en la conciencia del que la recuerda
con respeto –Salsipuedes y resto de
aquellos que, haciendo un trabajo de investigación, se niegan a que la memoria
de nuestra historia la borre el tiempo macerada en la insípida desidia del que,
institucionalmente, está más que cualificado para evitarlo– y se atraganta
en la conciencia, repito, porque ésta se torna en la boca del que la menta de
un sabor ácido, como de círculo aún no cerrado, ya que este paladeo non grato
nos recuerda, por simple empatía con los fallecidos, que todavía sus cuerpos
yacen en el fondo del mar. Y no dude lector o lectora que cada vez que lo
escribo se me “añurga”, se me atraganta para quien no conozca la acepción del
canarismo, como sé que se me atragantará cuando recuerde una vez más que:
Aún están, sepultados, en el fondo del mar.
Seres humanos, canarios de diferentes partes de nuestro
archipiélago en su gran mayoría, humildes, sencillos, pobres, sí,
pobres, y emigrantes que habían salido en la mayoría de los casos para hacer
las Américas, como se solía decir en épocas pasadas al buscarse
la vida actual, término que lo sigue acuñando el mundo del artisteo vigente
para referirse a sus giras, que no resta en su expresión al utilizarlo en este
contexto sino al contrario suma porque nos sigue recordando la esencia misma de
esta sencilla sentencia:
Que para prosperar en la vida en determinadas ocasiones
tenemos que emigrar a otros lugares para salir del cúmulo de necesidades que
nos agobian.
Ojalá, ojalá, ojalá, como bien expresó y resaltó el
director de Salsipuedes, José Gilberto Moreno, este pasado lunes día diez de septiembre
de 2018, en el Nuevo Teatro Viejo de Arucas, con voz en off, durante el
transcurso de la presentación del itinerario que hará esta entrañable
asociación de Aruquenses para honrar la memoria del naufragio-tragedia del
Valbanera:
“Ojala mi hijo no se vea
forzado a sufrir el calvario de la emigración”.
Mujeres y hombres, solteros o casados, acompañados o no
de sus vástagos o descendencia, insisto, canarios de diferentes partes de
nuestro archipiélago en su gran mayoría, que no hablaban inglés, no, no lo hablaban; ni sabían hacer muchos
de ellos la “O” con un canuto pues no tenían estudios; ni tampoco vestían
lujosos trajes como los que lucía la clase adinerada que viajaba en el Titanic.
En definitiva, coño, que este era un barco cargado de
emigrantes pobres y canarios por más ende
los cuales les importaba muy poco rescatar del fondo del
mar y dar cristiana sepultura a las autoridades de aquel tiempo. ¡Uff! y parece
que aún hasta las de ahora.
Claro, medítese el naufragio-tragedia en el contexto de
la época.
Hago hincapié en lo anteriormente expuesto no de forma
gratuita, no, sino para hacerles
caer en la cuenta de que en aquellos tiempos no se podía sacar rédito mercantilista
o político de este tipo de episodios porque no había prensa para que el
politiquillo aprovechado de turno se pusiera frente a una cámara o micro y
amortizase su interés con una serie de reportajes que solamente subrayan, para
los que saben leer entre líneas no pasaría desapercibido, su verdadera
intención: El quedar como lícitos defensores ante el pueblo que los contempla
en deterioro de los auténticos, reputados y honorables, artífices del rescate
en el tiempo de este hundimiento-tragedia. Es en este caso de recibo nombrar a
la Asociación Cultural Salsipuedes, extremando el acento, por simple justicia
lo pongo, en su máximo responsable José Gilberto Moreno sin dejar de lado la
parte que les toca al resto de componentes y sin olvidar también a todos y cada
uno de los que se han atrevido a novelar o a radiografiar por escrito este
hecho histórico. Sumando a todo esto a los que lo referencian dentro de sus
museos y galerías.
Pero muchos de ustedes se preguntarán, llegados a la
altura de esta parte del texto, cómo es que el que lo rubrica se inviste a sí
mismo de argumentos para calificar tamaña desazón de la vida o para simplemente
hablar de ella; pues es tan simple como que yo soy un canario que ha perdido un
familiar, una hermana, Mónica Dieppa León, en una tragedia de más proporciones
que de la que hablamos, por su casuística particular la califico, en este caso
tragedia no naval sino aérea, que sacudió a nuestra tierra y al resto del
mundo: Un tiempo, un lugar y unos hechos que quedan bien explicados en el
reportaje “Una cadena de errores” que pueden ustedes visionar en Yotube y
que algunos habrán visto en nuestra televisión canaria. Sinergias en las cuales
no ahondaré porque no es el momento y porque después de que le quitaran a mis
padres, haciéndoles sufrir por ello, del monumento a los caídos en el accidente
una pancarta, colocada el día antes de los actos institucionales, que iba en
relación con lo sucedido no quiero nada más sino darme tiempo para, ataviado de
paciencia, cuando llegue el justo momento, retratar a quién y el porqué dio tan
fuerte e injusta patada en los sentimientos de dos ancianos que no buscaban
protagonismos sino horrar a su ser querido.
Como pueden darse cuenta la vida de un familiar, y esto
es un mero trazo con lo que les podría ilustrar, que ha perdido a un ser
querido en una tragedia no es nada grata por eso cuando traten de contestarse a
sí mismos la pregunta que les formulé al principio de esta columna háganlo
siempre buscando la luz porque si se pierden en la oscuridad nunca alcanzarán
la paz y la paz en este caso se alcanza con la justicia en todos sus aspectos y
la justicia llega a la tragedia del Valbanera a través de todos aquellos que se
han preocupado, estirando la honestidad, que su memoria, historia, no se pierda
en el tiempo, que no se ahogue por la desidia…
Y el máximo éxtasis, estoy seguro de ello que tan solo
por el momento, de esta justicia merecida se expresó este pasado lunes en el NuevoTeatro Viejo de Arucas por parte de la Asociación Cultural Salsipuedes
a través de la presentación de un programa de actos conmemorativos sobre el
centenario del naufragio de dicho barco.
Unos presentadores que supieron navegar por la entonación
de la palabra y el gesto aderezando todo ello con espontaneas dosis de granitos
de pimienta y sal humorísticos, infieles al guión marcado, que nos hicieron
sentir que no había tiempo (no le rebelen este detalle al que escribió el guión
pues si llega hasta sus oídos es capaz de ponerles palabras duras de leer en
voz alta la próxima vez). Como también nos llevo a sentir que el tiempo no
pasaba las actuaciones del grupo musical Vocal Siete que, como siempre –yo tuve,
hace algunos meses, el placer de asistir a uno de sus conciertos en el
restaurado y cada segundo más emblemático Museo Elder– y a través de su
magistral casa de registros sonoros, vocales, que en el más estricto directo
lograron poner toda una orquesta sobre el escenario del teatro.
Coño, que magistral lujo de actuación.
Dosis de tiempo que se me tornaron inexistentes también con
el reportaje que nos informó de toda la casuística inherente al
hundimiento-tragedia, con las entradas en escena de los asistentes invitados y
con todas y cada una de las propuestas esculpidas en la pantalla del teatro
para ser llevadas a cabo el próximo año 2019. Sin olvidar el hermoso gesto que
tuvo el director del reportaje “Tras la senda del Valbanera” que
tuvo la deferencia de ceder durante todo un año los derechos de emisión de este
magnífico reportaje a Salsipuedes.
En definitiva que fue una noche plena, serena, dulce y
amena, a repetir, que me permitió volver a estrechar entre mis brazos a un
grupo humano el cual es ejemplo en toda la isla y del cual debería tomar
ejemplo otros simplemente para darse cuenta que hacer cultura no es simplemente
es ser un Yo sin humildad. Hacer cultura es una labor de muchos orquestada
desde muchos ámbitos y puntos.
Y para despedirme aprovecho esta columna informándoles de
los próximos actos, a los cuales les invito de antemano, de Salsipuedes
programados para septiembre de este año:
El próximo viernes 14, a las 19:00 horas, en el Museo
Elder de Gran Canaria:
CONFERENCIA TITULADA “REQUIEN POR UN NAUFRAGIO” A CARGO
DEL ESCRITOR Y MARINO MERCANTE DON JULIO GONZÁLEZ PADRÓN.
El sábado 22 de septiembre, a las 11 horas, en el Parque
Benito de Shamann en la capital de Gran Canaria:
MUESTRA DE ANTIGUOS OFICIOS AMBULANTES.
El viernes 21 de septiembre, a las 21 horas, en la calle
Francisco Gourié de Arucas:
DESFILE ABORIGEN Y MUESTRA DE CULTURA ABORIGEN Y LEYENDAS
CANARIAS.
El sábado 29 de septiembre, a las 20 horas, en el
Castillo de la Luz de Las Palmas de Gran Canaria.
LA BATALLA NAVAL. EL FRACASO DE FRANCIS DRAKE EN LAS
PALMAS.
Un evento este último al que yo me aventuro a intitular,
sin el más mínimo temor a equivocarme, como garante a ser considerado de
interés cultural en el tiempo puesto que esta propuesta traspasa el mero
espectáculo y se puede llegar a convertir en todo un referente turístico para
nuestra isla.
Alejandro Dieppa León.
Por un mundo mejor,
por una sociedad más justa.
Frase implícita en el
texto de la columna de mi serie: Meditando en un templo Shaolin.
Fotos de mi álbum personal.
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