domingo, 13 de octubre de 2013

MI CITA Y COLUMNA DEL 13 DE OCTUBRE DEL 2013. LA NOBLEZA NO ES UN TÍTULO NOBILIARIO.

QUERIDO HIJO...

LA NOBLEZA NO ES UN TÍTULO NOBILIARIO.

Columna...     


Desde que la vida se afincó en la tierra, término en tiempo humano difícil de precisar rectilíneamente dentro del espacio-tiempo universal, siente la insatisfecha necesidad de diferenciar y definir con milimétrica exactitud, en su voluptuosa espiral creativa, en su frustrante soledad existencial, todo aquello que: nada, repta, anda o vuela (gradación teniendo en cuenta la presunción de que la vida se creó en el caldo marino), o mejor, todo lo que crece, se reproduce y muere, dentro de esta efímera y azulada bola de cristal (¡No sé yo si se comportará de igual manera en otras partes del universo!). Sello de identidad (el de diferenciar) que está guardado celosamente dentro de nuestro carnet de identidad vital, el tan mentado ADN, ya sea éste humano, animal o vegetal. Un sello de identidad que permite a la vida seguir evolucionando, no morir en este planeta, gracias a sus divisiones, a sus tan complejas clasificaciones de sí misma: La primigenia entre el mundo animal y mundo vegetal, dos partes de un todo (Yin y Yang) que se alimentan el uno del otro y que no podrían existir el uno sin el otro; las segundas las existentes en estos mundos en sí mismos, que también se alimentan las unas de las otras; y las demás inherentes a cada especie.


Llegados a este punto nos damos cuenta que nosotros, portadores de la herencia vital, meras esporas con vidas transmisoras de su esencia, hemos llevado la obsesión (la de diferenciar) de nuestra creadora al grado más insano del término: En este siglo que nos toca vivir la aderezamos con la tan lacerante y galopante diferenciación entre ricos y pobres y en los siglos pasados (algunos añoran que vuelvan los tiempos donde el vasallaje era una irreverente realidad que corroía la libertad, la igualdad y la fraternidad entre seres humanos) la sufrimos con la tan insultante diferenciación entre la nobleza (representada en los títulos nobiliarios) y el pueblo. Es por esto último, sé que no me equivoco en mi pensamiento, que cuando la Asociación Cultural Salsipuedes puso a la venta las entradas de su última obra: “El legado del Marqués” no contaba con que éstas se agotarán en un suspiro, en lo que tarta una simple hoja en caer dentro de los afamados Jardines de la Marquesa (lugar donde la representación se llevó a cabo con un ÉXITO APLASTANTE –tres días de lleno absoluto lo avalan-), porque el pueblo asistente, transmisor de las muchas maravillas y de algunos defectos que nos definen como especie, pensó que la obra nos dejaría entrever la diferencia entre clases sociales a través de su línea argumental, lo que la vida sigue inyectándonos en vena para que podamos seguir creciendo como especie; pero que unos pocos han deteriorado con sus añosos aires de grandeza y superioridad, y no se equivocó el pueblo y se equivocó el pueblo porque el autor  de  la  obra, el  director  de  Salsipuedes,  José  Gilberto  Moreno  


García,  resaltó  en su expresión artística la parte noble (sello de identidad característico en este autor) de las relaciones sociales de la vida en el siglo pasado en Arucas, en Gran Canaria (disfrutando de la obra recordé los pasajes vitales contados por mis abuelos); pero al mismo tiempo que lustraba la nobleza del ser humano individual, de alta alcurnia o plebeyo, dejaba entrever, de forma sutil, pulsante, (plausible la agudeza del autor en este aspecto), las no tan nobles relaciones entre los Nobles y pueblo llano (recordemos 


el pasaje cuando: “un trabajador de la Marquesa se postra a sus pies por haberle dado una comida que él compartió con su familia").

Unas relaciones magníficamente expresadas a través del atrezo o utilería de la obra (coches, carruajes, vestidos, etc, de época), la iluminación natural y artificial, el sonido musical del arpista Vicente La Cámera (siempre magistral en su interpretación) y el escogido para amenizar los momentos previos al comienzo de la obra, y sobre todo a través de su magnífico, no me cansaré de subrayarlo, insisto, no me cansaré de subrayarlo, cuerpo de actores principales y secundarios (el número de éstos pasaba de la cincuentena), cada vez con más porte y señorío interpretativo, auténtico corazón latente de este grupo que nace en el pueblo de Arucas (ejemplo viviente de cómo se puede hacer cultura) que bebe de la esencia noble y desinteresada de su trazo existencial, el cual nos ilustró, como estampas vivientes (felicito a los que las escenificaron una y otra vez delante de los distintos grupos que se paraban frente a ellos), siguiendo el camino que llevaba hasta el improvisado teatro (al cual nos referimos







en mi familia como El Palacio de Cristal) dentro de los Jardines de la Marquesa, sobre la vida y obra de los personajes y periodo histórico que les tocó vivir, ya que nos explicaron al detalle: 





El linaje de los primeros Marqueses y la afición del Marqués a la jardinería, la composición de su jardín, la no descendencia de este matrimonio y la lucha por que se construyese la iglesia de Arucas en sus terrenos, además de quien fue su heredera y el compromiso de ésta con el pueblo a través de la financiación de Radio ECCA y La Casa del Niño... 

Trazos que se mixturarían en la obra en sí misma para dar como resultado una propuesta, educativa, dinámica y entretenida, que en todo momento exhaló, en su parte teatral, en el ambiente creado, que la “Nobleza no es un título nobiliario”, NO, no lo es, porque la Nobleza es un titulo humanista, una cualidad del hombre y no de ningún título.






Agradecer de manera personal a la Asociación Cultural Salsipuedes su compromiso con el mundo cultural y a alentarla a que siga demostrando que es posible que la cultura genere aceptación entre las distintas clases sociales que a fecha actual conforman nuestra sociedad...


Sois un lujo para la cultura... 
Alejandro Dieppa León.

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