Compré tu libro,
para buscarte entre palabras.
Compré tu inmortalidad,
para desechar la nada.
Compré la ingenuidad
de la niña que acaricia el papel con dulzura
para buscarte entre palabras.
Compré tu inmortalidad,
para desechar la nada.
Compré la ingenuidad
de la niña que acaricia el papel con dulzura
y… ¡hasta compré la ternura!
para en el silencio, en ti,
poderme recrear.
Me senté en el sofá,
para beberte sorbo a sorbo.
Rocé tu piel con mi mirada
y, absorto,
destellos azules creí ver…
Sufrí, cuando sufrías.
Viví, cuando vivías.
Reí, cuando reías.
Y hasta creí morir cuando desaparecías.
Giré en cada página el ansia
por colarme en tus rincones,
por recorrer tus viejos callejones,
por pasear las amplias avenidas de tus ilusiones,
por recrearme en el verde de tus ensoñaciones…
Y encontré… Sí, encontré,
a esa niña que vive en ti,
a esa joven que hace tiempo conocí,
a esa lluvia de verano que me hizo sentir,
a ese aletear de mariposas que hace tiempo perdí,
a ese roce de mejillas que aún me recuerdan lo que viví,
a esa luna escondida que se ocultó un mes de abril,
a ese caminar de peregrina
que recorrió parte del sendero de mi vida junto a mí,
a ese ansia diluida,
a ese sin sentir,
a esa mirada esquiva
que al llegar a su última página
me confirmó que aún seguía enamorada de mí…
para en el silencio, en ti,
poderme recrear.
Me senté en el sofá,
para beberte sorbo a sorbo.
Rocé tu piel con mi mirada
y, absorto,
destellos azules creí ver…
Sufrí, cuando sufrías.
Viví, cuando vivías.
Reí, cuando reías.
Y hasta creí morir cuando desaparecías.
Giré en cada página el ansia
por colarme en tus rincones,
por recorrer tus viejos callejones,
por pasear las amplias avenidas de tus ilusiones,
por recrearme en el verde de tus ensoñaciones…
Y encontré… Sí, encontré,
a esa niña que vive en ti,
a esa joven que hace tiempo conocí,
a esa lluvia de verano que me hizo sentir,
a ese aletear de mariposas que hace tiempo perdí,
a ese roce de mejillas que aún me recuerdan lo que viví,
a esa luna escondida que se ocultó un mes de abril,
a ese caminar de peregrina
que recorrió parte del sendero de mi vida junto a mí,
a ese ansia diluida,
a ese sin sentir,
a esa mirada esquiva
que al llegar a su última página
me confirmó que aún seguía enamorada de mí…
Precioso, como siempre. Saludos
ResponderEliminarMe encantó Alejandro, activaste hasta el último rinconcito de mi sensibilidad leyendote... hemos coincidido un par de ocasiones solamente, pero y te he de decir que me transmitis tal complicidad tu esposa y tu, y de una forma tan reciproca en vuestros gestos, vuestras miradas... que junto con estas palabras de corazón a corazón, me devuelves la credibilidad en el AMOR.. Felicidades por este gesto tan bello, y por este canto al Amor. Un besin grande :)
ResponderEliminarAlejandro bellísimo poema, la vida misma.Mi cariño a Atteneri y a vos.
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