Un gran grupo de machos adultos, más de quince, corpulentos, decididos, estratégicamente organizados, hermanos y amigos, padres e hijos, fuertes y débiles en la escala social, salen de su territorio atravesando el límite de éste entre espasmódicas muestras de solidaridad y llegados a una parte de la selva, de la profunda y peligrosa selva africana, se paran para escuchar los sonidos, la orden a partir de ese instante es silencio, nadie puede quebrantarlo; pues pondrían en peligro la incursión, al grupo, sus vidas...
Ya ahondando en el territorio pisado, acotado por barreras odoríficas para los lugareños, sin vigías este corto espacio selvático, se extreman aún más las medidas de seguridad por parte de los recién llegados; pues no se sabe cuántos componen el grupo contrario que, ajenos a la mencionada e inesperada incursión, se siguen alimentando tranquilamente en lo alto de un grandísimo y frondoso árbol... De pronto, a una voz del macho dominante, el de mirada vacía perdida en el abismo neuronal de su ser, estalla un griterío de amedrentamiento que trata de desorientar y desorganizar a los apacibles lugareños. Las hembras con sus hijos pequeños a cuestas corren presas del pánico, han tenido suerte al escapar; mientras que los machos adultos, también corpulentos como los atacantes, se defienden; pero el asalto es brutal, la superioridad numérica de los recién llegados es aplastante y un chimpancé es acorralado y descuartizado vivo, sin piedad, sin remordimientos, por otros miembros de su especie, por los invasores de su territorio, posteriormente es comido en un acto caníbal, para mi mentalidad, brutal y de una extrema dureza visual...
Les confieso que este pequeño relato describe, a grosso modo, un acontecimiento tan real como el aire que respiran ahora mismo, queridos lectores, y añado sin temor a equivocarme, tan real como el bombeo acelerado de sus corazones en este momento...
¡Bueno, les explico de qué va esto!, para que no piensen que he perdido el juicio, delgada línea que separa lo racional de lo irracional. Esta impactante experiencia visual, la visioné, en comunión con mi silencio, en uno de los grandes televisores panorámicos dentro de “Media Markt”, en el centro comercial de “7 Palmas” de Las Palmas de Gran Canaria, junto a varios individuos de mi especie, “Sapiens, sapiens” según nos catalogan los entendidos: dos hombres adultos, una mujer y un púber de catorce años, que absortos, atónitos y aterrorizados, como yo, contemplamos aquel tramo de documental, presumo del National Geographic y si me equivoco pido disculpas a los autores, enmudecidos, matizando expresiones en nuestros rostros de rabia unos e impotencia los más; porque para nosotros, los “Sapiens, sapiens” de este siglo, de esta civilización avanzada tecnológicamente, “orgullosa de cumplir la ética de sus postulados”, el canibalismo no es una práctica lícita, o eso espero... Pero como todos sabemos que el Dios supremo de nuestra “civilizada sociedad moderna” es Don Dinero, un Dios materializado en fibrosa materia o vil metal, y no otro u otros, no se engañen, no sé yo si algún mal bicho adinerado, invocando a este despreciable ser Divino habrá comprado el alma y hasta la carne humana, en muchos sentidos, por el simple placer de probar lo prohibido...
En Las Santas Escrituras, hay un pasaje que dice: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, ¡Ya, ya... sé que esta sentencia la repito mucho!, pero no me arrepiento al hacerlo, y nuestra rama homínida descendiente del australopitecos, del homo erectus, del Homo antecesor, clave de la evolución al hombre actual, primero el homo sapiens, sin olvidar el neandertal, y posteriormente el homo “sapiens, sapiens”, no está libre de culpa.
Un ejemplo claro, y contundente, de esta culpabilidad, de nuestra culpabilidad, lo tenemos en el yacimiento arqueológico de la sierra de Atapuerca, constituido por la tan afamada Sima de los Huesos, a la que se accede por la Cueva Mayor, la Sima del Elefante, la Cueva del Mirador, la Gran Dolina y la Galería, localizado en la ciudad española de Burgos, en cuyo interior se han encontrado restos fósiles humanos con severos indicios de canibalismo: ¿Por escases de recursos? ¿En defensa de su territorio? ¿Ritual? ¿Por locura? ¿Por venganza? ¿Por diversión? A esto último les recuerdo que somos la única especie animal sobre la faz de la tierra que caza por placer; pero esto sólo lo sabe quien lo practicó, descarnando y consumiendo en estado crudo la carne humana, pues no hay indicios de que fueran cocinados aquellos: dos niños, un adolescente y dos adultos: los primeros de cuatro años de edad aproximadamente, el segundo, mes arriba o abajo, de catorce años y los terceros jóvenes.
Otro ejemplo de esta oscura mancha de ¿nuestro pasado? a gran escala se puede encontrar en los pueblos Mayas y Aztecas, canibalismo gourmet en muchos casos revestido de sentido religioso, víctimas ofrendadas por el pueblo Azteca en el famoso culto a Huitzilopochtli (deidad del Sol), después de declarar a los pueblos vasallos las tan famosas “guerras floridas”... ¡Jo, siempre el poderoso se termina comiendo al débil! No les recuerda esto, ¡metafóricamente hablando, claro!, al canibalismo practicado por las multinacionales, para saciar su insaciable apetito en su culto al despiadado Dios “Don dinero”, las cuales obtienen lo que quiere y cuanto quieren de sus pueblos vasallos, no se engañen, los nuestros, nosotros...
Otro ejemplo más es el documentado, por George Morren, de la Universidad de Rutgers que tuvo acceso a las actas de los tribunales de un juicio celebrado en el año 1959, en África, donde: “más de treinta miembros de la tribu “miyanmin” fueron acusados de asesinar y comerse a 16 personas de una tribu colindante”, ¡Qué parecido en la práctica con el de los chimpancés, no les parece!, canibalismo en los dos casos en definitiva... Aclarando los “miyanmin” a una pregunta de George Morren: “No; simplemente buscábamos carne.”...
¡Qué pena me da de los chimpancés! y yo pensaba que eran unos primates inocentes en sus actos, si hasta me resultaban cómicos, y en el fondo son tan parecidos a nosotros en tan bajo estadio que ahora mismo solamente me produce asco el recordarlos en tal maniobra y es por eso que me pregunto: ¿Cuándo su cerebro evolucione se convertirán en seres racionales como muchos de nosotros o seres terroríficamente despreciables como la mayor parte de nosotros? ¿Aterrador, verdad? ¡Ah! y será mejor no ahondar en los detalles lacerantes del pueblo “miyanmin” por si algunas mentes torcidas disfrutan con ello.
Sobre esta negra huella de nuestro pasado, el canibalismo, podríamos seguir ampliando materia en los relatos de Heródoto o Herodoto, historiador griego, además de otros escritores de la época... y hasta pararnos un poco en los vividos por el gran aventurero Marco Polo el cual describe también prácticas caníbales, desde el Tíbet hasta Sumatra, en algunas de sus tribus... O hasta incluso reflexionar sobre el porqué en la Santa Misa, ¡simbólicamente hablando, claro!, se come y se bebe el cuerpo de Cristo... Pero es viajando, en una de las tantas lecturas, y visualizaciones, ¡no las recomiendo aunque solamente sean gravados!, efectuadas para documentar este texto, a la conocida isla de Pascua o Rapa–Nui, este último el nombre que los polinesios daban a su isla, isla visitada por el explorador holandés Jakob Roggeveen el 5 de abril de 1722, en donde la mente me lleva a trazar un paralelismo con la humanidad actual que me lleva a denunciar una vez más como marchan las cosas en nuestro planeta, en “nuestra civilizada época actual”. Sí, la que se está cargando el planeta en nombre del progreso... Un planeta azotado por el cambio climático, donde la gran parte de su población mundial pasa hambre y sed aumentando su número sin control a nivel mundial, sí, hay superpoblación, aunque algunos demagogos la nieguen por sistema, ¿a qué si fuésemos menos y repartiésemos equitativamente los recursos no habría escases de trabajo, ni de alimentos?
Y hay superpoblación en comparación con los recursos porque no hay ni guerras a gran escala que la diezmen, a la población mundial me refiero, de manera brutal, aunque sí tenemos enfermedades, ¿sazonadas por algunas mentes retorcidas?, no se las voy a recordar, que la han puesto en jaque y la tienen en jaque. Por eso pienso en esta igualdad para acabar con muchos de nuestros males a corto plazo (menos población = mejor calidad de vida), pero menos población por métodos dignos, no genocidas, víricos o caníbales, sean estos últimos mercantilistas o carnales... y digo esto porque el canibalismo practicado en la isla de Pascua o Rapa–Nui pudo haber sido motivado por escases de recursos alimenticios, ya que estos habitantes se cargaron el entorno, en favor de sus dioses. Caso distinto al de los chimpancés de los que les hablé al principio de este escrito.
Por eso les pregunto...
¿Volveremos a poner en práctica esa negra huella de nuestro pasado si seguimos como vamos?
¡Uf!, que extraño escalofrió recorre mi cuerpo al percibir ciertas respuestas...
Alejandro Dieppa León.
Foto de mi álbum personal.
Es importante conocernos a nosotros y limpiar esa extraña huella de nuestro pasado...
ResponderEliminarInteresante artículo.