Querido hijo…
Todo aquel que tensa la vara de su vida tensa
su cuerpo y espíritu.
Medita...
Medito...
Meditemos...
Imagínate que ante ti, un inesperado día, aparece una dura vara de nogal
cuya naturaleza representa todos y cada uno de los problemas con los que la
vida te azota día sí, día también…
Imagínate que la logras agarrar por ambos extremos, con tus agrietadas,
sangrantes y doloridas manos debido a la infinita cantidad de azotes recibidos
durante el forcejeo, después de haberte cubierto el rostro y otras partes del
cuerpo, templo donde tu espiritualidad mora, con la intención de partirla de
una vez por todas cuando, estimulando la exigua fuerza que aún te queda, curvas
su forma haciendo tensión sin apreciar que también generas tensión en tu cuerpo
y éste a su vez la genera en tu espíritu.
Ya pasado el indefinido tiempo te das cuenta que la naturaleza de esta
vara es tal que no la logras quebrantar en ese primer intento y como es normal
en la naturaleza de todo ser humano, apurado por dar solución a tus problemas,
lo intentarás una segunda vez; pero seguirás comprobando que, por mucho que
aprietas la curva del arco, tensión que se sigue trasladando a tu espíritu a
través de tu cuerpo, no lograrás doblar un milímetro más dicha curva y mucho
menos poder conseguir tu desbaratado objetivo:
Partirla.
El no ver tu justa pretensión hecha realidad generará en ti frustración,
lo cual te hará apretar por tercera vez la vara sacando fuerzas de donde ya
casi no te queda y al darte cuenta que no puedes ni doblegar, ni partir, dicha
materia esto te generará una dosis de rabia contenida que inyectará energía a
tus manos que se volverá a transformar en una insistente fuerza que no doblegará,
ni partirá, a la dura vara; pero que sí trasladará más tensión a tu cuerpo y
espíritu, energía, mal sana, corrompedora de tu esencia vital, que si no
consigue hacerte caer de golpe es porque el odio se habrá apoderado de ti y
esta droga insana te llevará a estar intentándolo una y otra vez, día tras,
día, mes tras mes y año tras año.
Llegado este momento tu vida será un infierno y no te darás cuenta de
ello porque sus rojas llamas te habrán cegado la capacidad de razonar, de darte
cuenta que lo que estas doblegando es a tu cuerpo y lo que estás partiendo es
tu espíritu. Hasta que un día caigas de rodillas y justo en ese momento aflojarás
la tensión ejercida sobre la vara y sentirás un ínfimo hálito de alivio momento
en el cual la cordura volverá a tu templo de la razón y te aconsejará que
desistas en tu pretensión.
¿Justa?
Sí…
Pero insana para ti y para los que te rodean.
Llegado este momento la frustración, la rabia y el odio, temiendo ser
penadas en el abismo del olvido, se aliarán, no contigo y tus intereses, sino
con la vara para seguir medrando en tu ser, al exhalar en el templo de tu
cordura tibios ecos de falsos consejos que te alentarán a seguir forcejeando
con la vara, que pasado el tiempo, seguirá sin cambiar su esencia por mucho que
sigas insistiendo en tu justa pretensión. Pero aquel “ínfimo hálito de alivio al caer de rodillas” habrá encendido en ti
la constructiva capacidad de razonar que sumado al empirismo de:
Entre menos tenso la vara, menos tenso estoy yo y por lo tanto mejor me
encuentro.
Te conducirá, más tarde o temprano, a soltar de tus manos la vara que
por la fuerza de gravedad caerá frente a tus pies. Momento en el que te darás
cuenta que puedes ponerte sobre de ella y seguir perdiendo el tiempo intentando
aplastarla, darle un punta pie y apartarla de ti varios metros aunque ésta por
su innato efecto bumerán volverá a su posición primitiva, pasarla por arriba e
intentar negar que su palpable existencia sigue estando a tus espaldas o lo
mejor, aceptar que la mejor forma de luchar contra ella no es ofuscarse en destruirla;
porque es indestructible. Lo mejor es seguir ante ella reforzando tu capacidad
de esquivar sus golpes a través de técnicas que te permitan reforzar todos los
aspectos positivos de tu Ser.
Reconozco que yo no tengo la receta perfecta para este ágape difícil de
digerir, pero sí tengo claro que cuando somos capaces de razonar y abandonamos
la ofuscación todo se vuelve luz a nuestro alrededor, pues dejamos de dar palos
de ciego en la vida.
Espero que la encuentres con tus propias decisiones y técnicas, más nunca lo hagas dañando al prójimo o a todo aquel que te tiende una sincera mano para ayudarte, porque si no lo haces terminarás siendo un esclavo de la filosofía no empática con el que sufre de la vara.
Alejandro Dieppa León.
Por un mundo mejor,
por una sociedad más justa.
Frase de mi serie:
Meditando en un templo Shaolin.
Fotomontajes de mi álbum
personal.
Derechos de propiedad
intelectual reservados de Alejandro Dieppa León.