QUERIDO HIJO...
SOBRE UN MAR DE ARENA SÓLO SOMOS CUANDO SE NOS VALORA
Y
DEJAMOS DE SER CUANDO SE NOS OLVIDA.
MEDITA...
MEDITO...
MEDITEMOS...
CUENTO
Aquel ser humano joven era un alma inquieta, alegre, vital porque a lo largo de los años de vida había vivido en un entorno familiar idílico, que arropaba su cotidianidad con mucho amor y cuidados; pero el Señor del tiempo, implacable, constante, rectilíneo en su conducta, le comunicó, una mañana de cielo gris, que era la hora de embarcar en el trasatlántico de su madurez...
—Adiós, mamá... Adiós papá... —de los ojos se precipitaban al vacío tibios cristales de tristeza— Ya veréis como todo marcha bien... No os preocupéis....
Padre y Madre, abrazados bajo el umbral de la puerta de su casa vieron como el Señor del tiempo le ponía su fría e invisible mano a su ser más querido y sabiendo que no podían hacer otra cosa simplemente se limitaron a verlo diluirse en el horizonte de su penar...
Pasaron los años y el ser humano joven se convirtió en un ser humano adulto dentro de los ires y venires por los que paseaban miles de granos de arena que, como él, se creían el ombligo del mundo hasta que un día, de regreso a su casa, después de una noche de fiesta con varias amigas y amigos de su trabajo, se le rompió el vehículo a varias manzanas de su apartamento...
—¡Qué rabia! —se lamentó y seguidamente cerró la puerta del coche, puso la alarma y comenzó a caminar, pero cuando más absorto estaba en sus lamentaciones, del callejón de la necesidad, salieron dos individuos, que sigilosamente se acercaron a él por la espalda, le dieron un golpe en la nuca y una vez en el suelo le robaron mientras se desangraba en el duro asfalto...
Debido, a este incidente vital, el ser humano adulto perdió el trabajo y hasta los amigos y amigas con los que solía salir, porque a partir de ese instante no pudo encontrar otro que le colocase en la misma posición social en la que la Señora de la vida le había colocado; pero un día cabizbajo y solitario, sentado en el parque de la resignación, que estaba situado cerca de la calle de las lamentaciones interiores, se le acercó una joven de sonrisa serena, luz en los ojos y alma pura con la que se puso a charlar...
Pasado los años, ya casado con aquella misma hija de la felicidad, volvió al lugar donde la había conocido, con sus dos hijos y mirándola a los ojos le dijo:
—Ya sabes que te amo...
—Sí, lo sé y lo siento cada día... —no pudo evitar el interrumpirlo.
—Pero lo que no te he dicho nunca es que si no me hubieses valorado hoy no sería nada, ni nadie... Porque, amor, sobre este mar de arena sólo somos si nos valoran y dejamos de ser si nos olvidan, por eso si algún día la vida nos separa por capricho no me dejes en el olvido...
(Alejandro Dieppa León, frase y cuento de mi serie MEDITANDO EN UN TEMPLO SHAOLIN)
Foto de mi álbum personal, isla de Gran Canaria....
Alejandro Dieppa León.
Por un mundo mejor,
por una sociedad más justa.