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domingo, 6 de marzo de 2016

MI CITA Y CUENTO: "NUNCA DUDES DE TU SUERTE" DEL 06 DE MARZO DEL 2016.

QUERIDO HIJO…

A VECES LA SUERTE ES TAN INTELIGENTE
QUE PARA PONER TU VIDA EN ORDEN
TE JUEGA UNA MALA PASADA.

MEDITA...

MEDITO LOS ZARANDEOS DE NUESTRA AMIGA Y ME DOY CUENTA, AHORA QUE SOY VIEJO, QUE ME QUIERE TANTO QUE CUANDO NO SIGO O SEGUÍ SUS ACERTADAS SUJERENCIAS ME JUEGA UNA MALA PASADA PARA ORDENAR UN PREVISIBE CAOS EN MI VIDA. …

MEDITEMOS…

CUENTO:  NUNCA DUDES DE TU SUERTE.

Hace muchos, pero que muchos años, en un lejano bosque lleno de altos árboles y escasa luz, vivía, dentro de una profunda cueva cavada bajo las fuertes raices de uno de aquellos altivos entes vivientes, una familia de osos compuesta por una mamá y cuatro oseznos: Dos hembras de su primera camada que aún eran reacias a abandonar a su madre y dos pequeñines de siete años de su segunda camada.

Todo estaba en calma dentro de aquel cómodo y confortable hogar que mantenía a los plantígrados ajenos a las inclemencias de un invierno que ya había tocado a su fin además de mantener el péndulo de la respiración de sus habitantes anudando lazos de armonía con el pasar sereno del tiempo hasta que de pronto uno de ellos interrumpió aquella hermosa sinfonía de lo apacible:

—Mamá, mamá —zarandeó Nazt, el osezno más pequeño de los traídos al mundo por aquella aletargada y perezosa gran osa grizzly.

—Ya empezamos otra vez —dijeron, a la vez, mordiéndose el labio inferior sus dos hermanas mayores.

—Mamá, mamá —insistió el pequeñín presionando con la punta del hocico el vientre de su madre e ignorando la queja de sus hermanas mayores.

La gran osa se removió para sacudirse la molestia además de para poner orden en la cueva y el movimiento de su cuerpo zarandeó a Cobo el otro osezno que ajeno a la insistencia de su hermano siguió en el séptimo sueño.

—¿Qué quieres ahora? —Rugió suavemente su madre ataviada con un manto de resignación sabiendo lo que demandaba su pequeñín desde hacía tiempo.

—Ya sabes lo que quiero, mami.

—Lo sé hijo, lo sé…

—¿Entonces me dirás este año hacia dónde se fue mi padre?

La madre no contestó y no contestó porque viajó en el tiempo, con la mente, a aquel lugar del río donde se encontrara, por primera vez, con su amado, el padre de todos sus hijos y gran oso que venía a visitarla, egoístamente, cada vez que su ansia de amor la necesitaba.

El pequeñín miró a su madre a los ojos y volvió a respetar un año más que no respondiera a su pregunta, porque no respetar su silencio si ella lo trataba con cariño y amor maternal, ya le contestaría algún día a su pregunta se dijo mientras se acurrucaba bajo el espeso pelaje de su madre buscando el sueño y así pasaron los días, ataviados éstos de un silencio placentero, hasta que llegado el momento preciso todos abandonaron la cueva y pasito a pasito recorrieron el profundo bosque siguiendo un camino marcado por la matriarca en busca del río que cortaba en dos a aquel profundo bosque donde vivían en busca de los jugosos salmones que vendrían a desovar ese año.

Una vez llegado al lugar deseado la madre se zambulló en el agua seguida de sus dos hijas y una vez las tres dentro, después de haberse sacudido dos veces la cabeza, la matriarca rugió:

 —Nast, Cobo, no os mováis de la orilla y no os acerquéis a la cascada que podéis caeros al río y la corriente os arrastrará río abajo o peor os ahogará.

—Sí mamá —gruñó obediente Cobo mientras su hermano, ajeno al consejo, se acercaba al lugar no deseado por su madre y cuando está se dio cuenta le rugió con fuerza:

—Nast no te acerques al… —fue lo último en rugir la gran osa grizzly antes de ver caer a su pequeño por el borde de la pequeña cascada y mientras éste caía se lamentó de la mala suerte que había tenido tras haber pisado aquella roca sobre la cual dudó si posar su peso para alcanzar un buen lugar al borde de la cascada donde poder atrapar un jugoso salmón cuando éste saltara a la tanqueta donde estaban su madre y sus hermanas.

El torbellino de agua tras la caída, alentado por la suerte, zarandeó con fuerza al osezno, pero éste, fiel a su naturaleza combativa y luchadora, se negó a rendirse ante una muerte tan miserable y mientras el líquido elemento tiraba de él hacia las profundidades él combatía, gastando por minutos sus fuerzas, tratando de aferrarse a la vida y cuando todo presagiaba que iba a morir de ahogamiento un gran estruendo entrando en el agua agitó la ya jadeante naturaleza del río entonces una gran zarpa agarró al casi moribundo osezno y lo sacó del agua a tal velocidad que cuando calló en la orilla la que había tragado salió toda de golpe dándole el hálito de vida esperado para recuperar el resuello, aliento y fuerzas.

—Gracias mamá por haberme salvado la vida —gruñó lleno de felicidad mientras habría los ojos poco a poco al sentir la presencia de quien le había dado una segunda oportunidad para seguir meditando el mundo y cual no fue su sorpresa cuando ante él se materializó un rostro nunca contemplado, facciones duras. Un rostro de un congénere al que nunca había visto y con el cual nunca había hablado.

—¿Quién eres? ¿Eres el gran Dios de los osos o un viajero que pasaba por aquí? —le preguntó mientras redefinía el tamaño de sus pupilas para dibujar en su mente mejor la figura de aquel gran macho de oso grizzly.

El enorme plantígrado sonrió por primera vez en su vida y sin dudarlo le rugió con voz potente:

—Soy tu padre.

El pequeño se abrazó a él y tras hablar largo y extendido con su progenitor, del porqué de su ausencia y de sus muchas aventuras, comprendió que si la suerte no le hubiese tratado como le trató nunca habría conocido a su padre.

Y colorín colorado este cuento dedicado a ti, pequeño oso, ha terminado.

Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
por un mundo más justo.

Frase y cuento de mi serie: Meditando en un templo Shaolín.
Fotomontaje de mi álbum personal.

Derechos de propiedad intelectual literarios y de imagen reservados al y del autor: Alejandro Dieppa León.

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