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sábado, 21 de septiembre de 2013

MI CUENTO CORTO DEL 21 DE SEPTIEMBRE DEL 2013: UN FALSO RUMOR.


Cuando la aurora de rosáceos destellos exhaló su esencia sobre las cumbres y barrancos de aquella rosa del jardín de Hércules, Gran Canaria, Aquiles, un viejo pastor del pueblo de Artenara, abrió sus ojos y después de quitarse el sueño retorciendo su cuerpo se levantó con tímido cuidado, para no despertar a aquella que dormía junto a él hacía ya más de 50 años, se vistió y se dirigió a la cocina de su confortable casa para prepararse su diaria taza de leche de oveja con gófio.

—¡Calor! —se rascó la cabeza como solía hacerlo cada vez que presentía que el astro Rey (Acorán, como él lo llamaba haciendo gala de su orgullosa erencia) cuartearía su ajada piel con los lamidos de su cálido ser, después de haber mirado el horizonte a través del cristal de la ventana que presidía el fregadero de su cocina. 

Y mientras el viejo pastor terminaba su rutina diaria en el corral los diferentes miembros de su ganado se movían nerviosas.

—¿Estás segura de que hoy es el día? —la de la mancha en el ojo tiritó al hacer la pregunta.

—Sí, hoy nos llevarán a ese horrible lugar —sentenció la que estaba detrás de ella.

—No seáis "pájaros de mal agüero"  —dijo la más joven.

—¿Y por qué nos lleva allí si nosotras siempre le hemos servido bien?  —la de la mancha resopló presa de su angustia.

—He oído que es por esa extraña enfermedad que azota a los humanos llamada Crisis —la de detrás de la mancha escarbó la tierra con una de sus patas delanteras.

—¡Crisis! ¿Y eso se nos puede pegar?  —la más joven esperaba la peor de las respuestas.

—Pegar, pegar... Como que no; pero sus efectos están por todas partes... Fijaros si la cosa es seria que una gallina, el otro día, me comentó que a ellas las han obligado a poner más huevos y si no lo hacen, al caldero para hacer caldo o al brasero para asado  —dijo la de detrás de la mancha en el ojo, también la más vieja.

Pero justo en ese instante se abrió la puerta del corral y todas las ovejas enmudecieron al unísono.

—Topo, Rufián a subirlas al camión —ordenó a sus dos jóvenes y obedientes perros Bardinos canarios.

Los perros ejecutaron la orden y en cuestión de minutos todo el ganado, juntito y apretuñado, estuvo dentro del camión listo para partir...

—¡Vamos p´a el pueblo!  —puso en marcha su viejo trasto—. A ver si sacamos de ésto una buena tajada que ya va siendo hora.

—¡Ay, y tanto que hemos dado para acabar de esta manera! —se quejó la de la mancha en el ojo.

A eso de las 11 de la mañana, después de traquetear curva sí, curva no, llegó el viejo camión a la Villa de Teror, y torciendo a la izquierda, en una calle estrecha aparcó Aquiles en un amplio descampado.

—Coño, viejito, te has adelantado  —Antonio el carnicero esbozó una sonrisa.

—Para temas de dinero nuca se llega demasiado temprano —contestó la voz de la experiencia mientras abría la puerta trasera del camión.

Ordenadamente bajó el ganado, con la cabeza agachada, midiendo el paso, salvo la más joven que quiso ver donde estaban...

—¿Es Antonio ese que habla con nuestro amo?  —preguntó la de la mancha en el ojo.

—No, sé quien es; pero lleva una extraña tela manchada de rojo sobre su pecho y falda  —dibujó lo que veía.

—Es Antonio el carnicero  —sentenció la más vieja, la del hocico manchado..

Dentro de aquellas dependencias ovejas y bueyes, divididos en departamentos, esperaban la hora. Su hora. Los primeros en desaparecer fueron los bueyes, a eso de las dos de la tarde y ya tocando las tres le tocó el turno al rebaño de ovejas del viejo pastor.

—Vamos mis niñas  —azuzó con sentimiento— que se nos hace tarde. 

El rebaño comprendió que no tenían escapatoria, que aunque se revelarán e intentaran escapar Topo y Rufián se lo impedirían, por eso, todas juntas, dándose calor unas a otras, siguieron el dibujo trazado hasta su destino un incierto destino para ellas; pero mientras más se acercaban a él más desconcertadas estaban, pues la música, las risas, los ruidos de ruedas sobre el asfalto les hablaban de otra realidad, hasta que en su horizonte apareció Antonio el carnicero, sobre una carreta tirada por bueyes, exhalado risas y alegrías.

—¡Qué sea rápido es lo único que pido!  —se encomendó a su Dios la de la mancha en el ojo y cerrando sus dos luceros siguió caminando, caminando, caminando y caminando mezclada entre sus compañeras.

—¡Viva la Virgen del Pino!  —estalló en los oídos de la más vieja aquella luz en el horizonte.

Estamos en la Romería ofrenda a la Virgen de nuestra tierra —confirmó dando un salto. NO VAMOS AL MATADERO —rebosaba alegría entre sus validos—. Había oído hablar de este evento: pero a nuestro amo nunca lo habían invitado por eso pensé que nos llevaban a Arucas para matarnos a cambio de dinero. Perdonadme por extender un falso rumor... Viva nuestro amo... 

—¡Viva!  —gritaron todas al unísono.

Y cuentan que a partir de aquel año Aquiles dejó de pasar dificultades económicas o así lo quiero pensar... 

(Alejandro Dieppa León escrito para mi blog)
(Cuento inspirado en una de las fotos de mi álbum personal: ROMERÍA OFRENDA A LA VIRGEN DEL PINO 2013)

Alejandro Dieppa León.
Por un mundo mejor,
Por una sociedad más justa.

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